La fórmula más fácil para el intercambio de bienes como es el trueque se complica, a veces enormemente, en el fútbol. Un futuro e hipotético acuerdo entre el Barça y el Atlético para canjear a Antoine Griezmann por Saúl Ñíguez no se reducirá a una simple permuta. La operación, que parecía coger forma, se ralentiza ante las muchísimas variables que concurren para que todas las partes acaben conformes: no son ni dos (los clubs) ni cuatro (los dos jugadores), sino que se explora la inclusión de más futbolistas y, cómo no, de dinero.

El simple trueque, este trueque, necesitará una arquitectura que no se construye en unas horas ni, seguramente, días. Atlético y Barça solo comparten la atracción por un futbolista que les gusta pero las diferencias, a partir de ahí, les separan. También se asemejan en que los dos son zurdos. Nada más. Saúl lleva días entrenándose con el Atlético, interrumpida su condición de internacional con España, y Griezmann se incorpora esta semana al Barça tras participar en la Eurocopa con Francia.

Griezmann tiene 30 años, juega de delantero, es titular, costó 120 millones (más 15 de penalización añadida luego por el vendedor, el Atlético, para más inri), marca goles (15 y 20 en las dos campañas de azulgrana) y cobra cerca de 40 millones anuales brutos, según algunas fuentes.

Saúl cumplirá 27 años en noviembre, ejerce de centrocampista, suele ser titular, es canterano rojiblanco (su coste se considera cero), anota pocos tantos (7 y 2) y su ficha raya los 10 millones anuales. Obvia decir que los dos futbolistas contemplan con buenos ojos el cambio que se les plantea: Griezmann volverá al que fue su club, y donde se sintió en la plenitud, y Saúl sonríe ante un cambio de aires que puede impulsar su carrera.

El valor del mercado

Los inconvenientes nacen por la distinta valoración de mercado. El Barça necesita desprenderse de la ficha de Griezmann –pudiera ser que no fuera la segunda más cara de la plantilla, sino la tercera-, a no ser que el internacional francés se la rebaje más de la mitad, siguiendo el camino de Messi.

Joan Laporta no admite la pura permuta de futbolistas sin mayores contraprestaciones. El presidente no quiere firmar un trasvase con Enrique Cerezo como el que firmaron Sandro Rosell (David Villa) y Josep Maria Bartomeu (Luis Suárez) y regalar un delantero al Atlético que gane la Liga la siguiente temporada. Las circunstancias que rodearon al fichaje de Griezmann con la exigencia del Atlético de la cláusula de rescisión (120 millones) y la amenaza posterior de denunciar al Barça por negociar con el jugador antes del límite legal hieren la sensibilidad de los actuales dirigentes por más que no intervinieran hace dos años. Bartomeu pagó 15 millones más disfrazados de derecho preferencial sobre jugadores.

Necesidades azulgranas

Está necesitado el Barça de dinero y obligado a rebajar la masa salarial, pero los nuevos inquilinos de los despachos del Camp Nou rechazan el intercambio y que no haya más beneficio que el ahorro de la ficha de Griezmann. Ni se contempla, en absoluto, que se sufrague parte de su sueldo para que vuelva al Metropolitano. Además de Saúl, debería sumarse una recompensa materializada en futbolistas o en billetes. En varios foros han surgido los nombres del central Mario Hermoso y del lateral izquierdo Renan Lodi, asociables a la voluntad del Barça de desprenderse de Samuel Umtiti y de buscar un recambio para Jordi Alba.

No es ajeno el Barça a esta forma de comerciar; de hecho, se está acostumbrando en los últimos años a funcionar con la fórmula del intercambio por la falta de dinero y la necesidad de maquillar sus cuentas. La experiencia en trueques no ha resultado muy satisfactoria, considerando como trueque el intercambio de dos futbolistas con el mismo club. Laporta vuelve a ella, como en su primera etapa de presidente.

Permutas y cambalaches

No fueron exactamente trueques el fichaje de Deco en el 2004 por el Barça que incluyó el pase de Quaresma al Oporto, ya que se pagaron 15 millones y el extremo fue valorado en 6 millones. Tampoco lo sería el trasvase Barça-Inter por el que Zlatan Ibrahimovic recaló en el Camp Nou. La operación alcanzó un montante de 66 millones, de los que se pagaron 43 a tocateja; los 23 millones restantes eran el valor de Samuel Etoo (20) y la cesión de Aleksandr Hleb, que no se consumó. El bielorruso prefirió ir al Stuttgart.

Las siguientes permutas llevaron la firma de Bartomeu. Fueron cambalaches contables más que transacciones interesantes deportivamente. Hace dos años, intercambió con el Valencia a Jasper Cillessen por Neto. Pese al superior valor del meta holandés, el Barça lo transfirió por 26 millones más 9 en variables y adquirió al brasileño por la misma cantidad. El verano pasado el tejemaneje se practicó con la Juventus, aunque no fue una permuta tan equitativa. Otro brasileño, Arthur Melo (23 años tenía) fue vendido por 72 millones más 10 en variables, y al mismo tiempo el Barça se gastaba 60 más 5 por Miralem Pjanic (30).