Diario de Mallorca

Diario de Mallorca

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

opinión

españa, perder era más difícil

España había conquistado ante Croacia unos cuartos de final con vistas a las semifinales, porque es imposible caer frente a Suiza, diga lo que diga Francia. Si quieren que suavicemos este enunciado, perder con los suizos requiere mayor esfuerzo que derrotarlos.

Por tanto, España eligió complicarse la vida, otorgando a los suizos la oportunidad inverosímil de colarse entre los cuatro mejores combinados de Europa. Les cedió el paso con generosidad, pero los educados centroeuropeos rechazaron el obsequio en una tanda de penaltis miopes, en la que parecía que dispararan a puerta desde el espacio exterior.

Unai Simón, el héroe de San Petersburgo. Nadie ha reparado en que algo no funciona si tu guardameta ha de rescatarte de las garras suizas, perdón por el eufemismo y el oxímoron. Máxime cuando los suizos habían demostrado durante la mayor parte del encuentro que no eran capaces ni de inventar el reloj de cuco.

Si desean leña para avivar la polémica, España casi pierde en cuanto prescinde de Morata, ese Laocoonte que siempre lleva colgados del cuerpo a varios rivales. La selección ha necesitado dos prórrogas y una tanda de penaltis para colocarse en semifinales. De acuerdo con esta proyección, necesitará recurrir al arma nuclear para conquistar la Eurocopa.

El lector escéptico rechazará el dato a ciegas de que Suiza no pertenece a la misma categoría que España, recordando la sobada eliminación de Francia. Al contrario, el precedente debió escarmentar a España, sabedora de que derrotaría a su rival en cualquier combinación, salvo que lo diera por sentado. Y sin embargo, volvió a incurrir en el error de confundir la gelidez helvética con resignación.

De hecho, Suiza en cuartos es una de esas inconsistencias que prodiga el deporte, debida a que Mbappé falla más que Morata. O si lo quieren en positivo, el español es más fiable que el francés. España estaba obligada a restaurar el escalafón del fútbol europeo ante un rival decepcionante, que a cada fallo invitaba a entregarse al juego de qué hubiera ocurrido con esas oportunidades en manos, o mejor en pies de otro equipo.

No comparto el heroísmo con pena y sin gloria que se atribuye ahora mismo a España. Este escepticismo me obliga a explicar cómo un equipo de tercer nivel no solo remonta a uno de los grandes de Europa, sino que le mantiene la mirada después de casi una hora con un jugador menos. La fragilidad psicológica del conjunto de Luis Enrique aporta la clave. Siempre parecen huérfanos, con independencia del abismo que les separe de sus rivales.

España es capaz de marcar diez goles en dos partidos y de empatar con los suizos, es imposible conciliar esta esquizofrenia. Suiza es un país hermano, hasta el Rey de España sufraga generoso su selección con las comisiones bancarias que paga en Ginebra, mucho más suculentas que los impuestos abonados en España. En su calidad de cliente, Juan Carlos I tiene motivos para felicitarse por el destino de su dinero. Casi derrota al país que abandonó en tantos sentidos.

Compartir el artículo

stats