Vuelve Remco Evenepoel. Y los aficionados al ciclismo, los que disfrutan de este tiempo maravilloso en el que un grupo de insolentes veinteañeros han convertido cada carrera en una fiesta, se estremecen. El belga es la gran atracción del Giro de Italia que mañana arranca en Turín. Su primera carrera después de que en agosto de 2020 sufriera la estremecedora caída que hizo temer lo peor. Evenepoel buscaba en Lombardía su primer “monumento” tras un arranque de temporada asombroso en el que se había llevado las cuatro carreras por etapas que había disputado (San Juan, Algarve, Burgos y Polonia). Era un niño de diecinueve años que devoraba hombres, incapaces de responder a su explosividad. Pero llegó el descenso del Sormano camino de la meta en Como. Bajaba a cola del grupo de cabeza, algo despistado, ajeno a los peligros de una carretera sobre la que llueven las quejas de los corredores. Evenepoel midió mal la entrada a uno de los puentes, su bicicleta impactó con el pequeño muro y el belga desapareció de la imagen. Fue aquella una de las tardes más angustiosas de la historia del ciclismo moderno. Se precipitó desde una altura de unos cuatro metros, unos árboles frenaron en parte su caída y felizmente no encontró rocas ni piedras en su aterrizaje. A las pocas horas el parte médico tranquilizaba a su infinita legión de seguidores. Fractura de pelvis, una lesión importante, pero de la que se vuelve aunque Eddy Merckx –que también se la rompió cuando era un veinteañero– siempre dijo que su cuerpo nunca fue el mismo y que a raíz de aquella lesión los problemas de espalda le acompañaron de por vida.

Evenepoel, tras sufrir la caídade hace un año. EFE

Remco Evenepoel ha estado nueve meses alejado de la competición, alimentando a los nostálgicos con puntuales comentarios en las redes sociales y vídeos en los que mostraba su lento proceso de recuperación. En ellos no se advierte la cara más amarga de todo este tiempo, la soledad y las dudas. Ayer lo confesó poco después de llegar a Italia para competir en ese mismo Giro que preparada cuando se fue de cabeza en un puente del Sormano. “Lo que más quiero en este Giro es disfrutar porque después de mi caída, a veces, estuve cerca de la depresión. Ahora necesito disfrutar, pedalear con mis compañeros y sea cual sea el resultado, tener buenos recuerdos juntos”. Ni un día de competición ha tenido el joven prodigio belga. Demasiado tiempo como para esperar algo grande en su estreno en una gran vuelta por etapas. La parte más entregada de sus aficionados sí aguardan algún día grande, una de esas jornadas en las que ponga su motor a funcionar y reviente a los rivales. No le piden más. Solo lo que ofreció en sus pocas semanas como profesional hace ahora un año. Evenepoel, el chico que jugó en la cantera del Anderlecht y que incluso se vistió en varias ocasiones la camiseta de la selección belga sub16 de fútbol antes de entregarse al ciclismo, insiste en que ha viajado a Italia para colaborar con Joao Almeida, su compañero en el Deceuninck, el portugués que el año pasado se vistió de rosa durante buena parte de la carrera pero que no tuvo la fuerza necesaria para resistir el empuje de los Ineos y de Tao Geoghegan Hart especialmente. Evenepoel promete estar a su lado y empujarle para que el cuarto puesto de hace un año se convierta en algo más grande. Pero el mundo del ciclismo espera al belga para analizar su capacidad de respuesta en una carrera siempre loca (el Giro suele ser un permanente desmadre, lejos del control que se establece en el Tour) y con un recorrido muy duro, con ocho finales en alto y sin jornadas que permitan a los ciclistas un instante de relajación. Ahí le quieren ver, luciendo las condiciones que le permitirán desafiar en unos meses a los Van der Poel, Pogacar, Roglic, Van Aert o Bernal. De todos ellos, solo con el colombiano se las verá en Italia. Bernal será el jefe de filas de Ineos y para muchos el gran favorito de esta edición junto con el británico Simon Yates que ha dado muestras esta primavera de estar en el punto justo de cocción para hacerse con el triunfo en una prueba grande. Junto a ellos habrá que tener en cuenta a Hugh Carthy, a Vlasov, a Jai Hindley (segundo en la edición de hace un año),a Buchman, a Nibali (en un ejercicio más de romanticismo que de sentido común) y los españoles depositarán su fe en Mikel Landa que llega convencido de que tiene una oportunidad debido al recorrido.

Pero este Giro es por encima de todo el de Remco Evenepoel, el de su segundo nacimiento como ciclista después de los maravillosos meses que nos regaló hace un año. Eddy Merckx, algo gruñón como acostumbra y cansado de que le comparen con él, también ha aportado su grano de presión: “Todavía tiene mucho que demostrar”. Hay mucho de verdad en la frase, pero también de esperanza. La misma con la que saludan los aficionados la llegada del Giro.