La victoria se le resistía una y otra vez al Poblense, pero era evidente que alguna vez tenía que sonreírle como justo premio a la ilusión, perseverancia y total entrega y buen juego vertidos en cada uno de los siete partidos disputados desde su prolongado regreso a la Segunda B. La victoria, sufrida victoria, la primera de la temporada, la consiguió ayer el histórico conjunto pobler, frente a otro histórico del fútbol balear. Blanquiazules y blaugranas protagonizaron un derbi mallorquín casi a la antigua usanza, disputando un partido de rivalidad en el que no faltaron ninguno de los ingredientes que antaño sazonaban tales enfrentamientos. No le faltó nada al esperado derbi: tres penaltis, buen juego en casi todas las fases del partido, cinco goles anotados entre los dos contendientes, mucha emoción y su correspondiente dosis de polémica a causa de algunas jugadas e interpretaciones arbitrales que nunca pueden contentar ni ser del agrado de las dos aficiones. Todo ello, enmarcado en un ambiente de sana deportividad y nobleza presentes, tanto en las gradas, como sobre el terreno de juego. Al final del partido, emociones contrapuestas en las gradas del estadio, donde los aficionados locales mostraron su descontento con la derrota de su equipo abandonando, con pañolada, sus localidades antes de que el árbitro imprimiera el pitido que señalaba el final del encuentro y euforia contenida por parte de los ochenta privilegiados seguidores del Poblense que habían sido testigos presenciales de la primera victoria de su equipo.
