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Tribuna | ¿Tengo cara de que me importe, corazón?

Parece que el año 2020 no está dispuesto a morir sin llevarse por delante gran parte de las cosas por las que merece la pena vivir (incluido el fútbol en los estadios) y sin dejarnos un poco más solos. La muerte es triste para los que se quedan, como dice un personaje de la película India de Rossellini, así que los que seguimos en este mundo estamos más tristes porque se han ido el escritor Javier Reverte y el actor Sean Connery, es decir, se ha ido el viajero que escribió Corazón de Ulises y el actor que interpretó a James Bond. Es cierto que Reverte y Connery se han ido para quedarse para siempre con nosotros, pero también es verdad que Reverte no podrá escribir otro libro de viajes y que Connery no volverá a deslumbrarnos con su media sonrisa. Vete a la mierda, 2020. Javier Reverte acertó al titular su maravilloso libro sobre Grecia Corazón de Ulises no solo porque para viajar a Grecia hay que tener un corazón como el de Ulises, sino porque el corazón de Ulises es protagonista de uno de los momentos cumbre de la civilización occidental. En la Odisea de Homero, Ulises hace una admonición a sí mismo pidiéndose sosiego cuando al llegar a Ítaca ve los desmanes de los pretendientes y siente el impulso de una venganza apresurada. Ese momento es, como dice la helenista francesa Jacqueline de Romilly, la primera vez en nuestra cultura que un humano habla no con sus semejantes o con los dioses, sino consigo mismo, y el comienzo de la psicología, el testimonio inaugural de la conciencia que reflexiona sobre su intimidad. Homero dice que a Ulises “le ladró el corazón”, pero él le increpó golpeándose el pecho y le dijo: “Calla ya, corazón, que otras cosas más duras sufriste”. Como Ulises, los futboleros nos hacemos una jornada de Liga tras otra una admonición a nosotros mismos cuando vemos nuestros estadios vacíos y algunas calles llenas de idiotas quemando contenedores o celebrando fiestas asquerosas sin mascarillas y sin respeto. Nos ladra el corazón, como a Ulises, pero nos golpeamos el pecho porque recordamos que otras cosas más duras sufrimos y que el fútbol solo es un juego alegre, bellísimo y emocionante, pero ni siquiera es la cosa más importante de las cosas menos importantes. La Ítaca futbolística está ocupada por unos pretendientes ignorantes, gorrones y maleducados. Ten paciencia, corazón. Volverá el fútbol a las gradas y a las barras de los bares. Bond, James Bond, siempre pedía que le sirvieran su cóctel favorito agitado, no mezclado. Pero en Casino Royale (aunque en esta película Bond no es interpretado por Connery, sino por Daniel Craig), el barman pregunta a Bond si quiere el cóctel agitado o mezclado y el agente 007, de muy mal humor porque el malvado Le Chiffre le está ganando en la partida de póker, responde: “¿Tengo cara de que me importe?”. Vamos a ver, trileros del VAR, odiadores de Messi que salen de sus agujeros, apocalípticos del fútbol, integrados en el negacionismo de un deporte que pese a quien pese es popular y no populista, demagogos que creen que la solución de nuestros problemas pasa por comportarnos con el fútbol como lo haría Robin Hood con el sheriff de Nottingham, gamberros que utilizan el fútbol como coartada para arrojar adoquines sin intención de descubrir que debajo está la playa, comentaristas gritones y faltosos, tertulianos que se agarran a sus hechos alternativos y lo mezclan todo (el fútbol como la continuación de la política y la historia por otros medios) porque en el ruido viven mejor… ¿Tenemos cara de que nos importe? Fútbol agitado o fútbol mezclado, lo importante es que el deporte del fútbol es un cóctel que no solo está muy rico sino que siempre, gane o pierda nuestro equipo, tiene licencia para amar.

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