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El primer abrazo de Joan Mir

El mallorquín Tomás Comas, preparador físico y asistente personal del campeón, asegura que el pulso Márquez-Mir será precioso

Joan Mir abraza a Tomàs Comas tras acabar la carrera.

Es la primera persona que busca tras el éxito, sea primera fila (pocas), sea algún podio (más), sea la victoria (una, el GP de Europa, vital, poquito antes de ‘campeonar’). Es la primera persona que busca en el consuelo, en el fracaso (pocos, contados), en el despiste, en el error, en la duda. Es la primera persona que llama, que consulta, que comparte. Su primer cómplice desde hace casi 10 años. Joan Mir, el flamante y nuevo (merecidísimo) campeón del mundo de MotoGP, no se separa de Tomás Comas, 35 años, otro mallorquín pausado, serio, relajado, profesional, metódico, científico en lo suyo.

Licenciado en Educación Física, Masters en Alto Rendimiento por el INEF de Barcelona y enfermero, por si acaso, discípulo aventajado de Joan Forcades, preparador físico de toda la vida de Rafa Nadal, Comas vive para, por y con Mir. Y, por supuesto, era quien más claro tenía que iba a ser campeón. “Ahora lo puedo decir: me he pasado el año diciéndole que lo iba a conseguir y él se ha pasado el año riñéndome porque se lo decía. Pero yo no se lo decía porque confiase ciegamente en él, que, por supuesto, confiaba, sino porque veía su crecimiento, el crecimiento de la moto, el comportamiento del equipo, la mentalidad con la que afrontaba cada fin de semana y, por qué no decirlo, ¡caray!, la ausencia de Marc (Márquez) que estaba claro que convertía este Mundial en una oportunidad, tal vez, quién sabe, única”.

Es por eso que Comas, que ha vivido, como nadie, el día a día de Mir, su angustia y desesperación por no contagiarse del Covid-19, su recogimiento en Andorra, su profesionalidad, su régimen estricto, su dieta, la programación del descanso, la dosificación en el entrenamiento y, sobre todo, su preparación mental (“aunque no lo parezca, en las motos también se piensa y mucho y en milésimas de segundo, que es lo más complicado”), está convencido de que lo mejor está por llegar. “Marc (Márquez) es el primero que lo sabe: el próximo año vamos a vivir batallas preciosas, espectaculares, entre Joan y Marc, ya veréis. Joan tiene unas ganas enormes de plantar cara a Marc, que, hasta ahora, ha sido el mejor, pero ahora está Joan que, tras conquistar el título, va a seguir creciendo. Lo que nos espera será precioso, todos queremos que Marc vuelva”.

Ese escenario no solo lo dibuja Comas, lo dibuja el ‘paddock’ entero. Lo piensa, como acaba de confesarlo en una entrevista en La Gazzetta dello Sport, el propio Mir: “No me asusta, no, medirme con Marc. Estamos aquí para esos pulsos. Será un reto precioso. Forma parte de nuestro trabajo. En estos meses, mientras peleaba por ser campeón, he pensado mucho en el próximo año cuando vuelva Marc”. Christian Lundberg, el ingeniero del equipo Leopard, que hizo campeón del mundo de Moto3 a Mir, en el 2017, está convencido de que “Joan será el único piloto de MotoGP que, el año que viene, no saldrá derrotado frente a Marc. Mir le plantará cara, en el buen sentido de la palabra, en la pista. Los dos son extraordinarios, los dos”.

Comas está convencido de ello, lleva diez años junto a Mir. “Sé que todos los pilotos se entrenan mucho, son muy profesionales, pero es que lo de Joan es tremendo. Es una máquina y, sobre todo, tiene una capacidad de concentración para vivir a tope todo lo que hace. Es más, cuando empieza algo, da igual, desde un entrenamiento a ver una película, no está para nadie, casi hay que gritarle para que te atienda. Y, de pronto, te dice “¡perdón, era a mí!” Sí, claro, tío, era a ti. Insisto, lo que hace, lo hace a tope”.

Tomás Comas posa con Joan Mir durante uno de sus viajes.

Tomás se ha pasado el año diciéndole al oído a Joan “como esto siga así, vamos a ganar” y Mir se ha pasado el año negándolo. “Nunca, nunca, nunca, vio, no ya ganado, sino ni siquiera encauzado, el título. Joan es muy reservado, muy mallorquín, le cuesta expresar la alegría y tiene siempre los pies en el suelo. Lo vive todo con enorme pasión, pero con la frialdad de la isla. Si se vuelve loco por algo, se muerde la lengua. Es muy bromista, pero, en lo profesional, no quiere fiesta alguna hasta que consigue su objetivo”.

Y Comas también es así. “Llevamos ya mucho tiempo en esto, aunque Joan es muy joven y, en ese sentido, sabemos que no es suficiente con tener el talento que tiene él, el don que tiene él, las manos que tiene él, hace falta mucho más: entrenamiento, predisposición, rutina de trabajo, estrategia, moto, equipo, técnico, cabeza, complicidad con el entorno, suerte…por eso cuesta tanto cantar victoria. No es cosa de Joan, ni de las motos, es cosa del deporte de élite”.

Este muchacho, que se desvive por Joan, le exige también momentos de libertad, de desconexión. “Lo hablamos siempre con Alejandra, su compañera, a Joan hay que obligarle a desconectar, a descansar, a evadirse, porque, si por él fuese, estaría todo el día, semana y mes, pensando en su preparación, en las carreras, en el domingo”.

De ahí que los tres juntos se rían de todo y lo pasen en grande entre las sesiones de trabajos: tres días físico, tres días moto o técnica y uno de descanso. Y, durante todas esas horas de entrenamiento, Tomás y Joan van hablando de sus cosas y, por supuesto, de otros deportes, de otras estrellas. “Joan aprende de todo el mundo. Lo sabe todo de todos los grandes deportistas, en serio, me admira, tiene una cultura deportiva bestial”.

Comas, con dos carreras y media, muestra su admiración por la inteligencia, listeza, sabiduría y pillería que tiene Mir. “Hay dos cosas que me admiran tremendamente, en serio, y son su velocidad visual, tiene una velocidad de ojos brutal y algo que, sobre la moto, es decisivo: tiene una capacidad inusitada para tomar la decisión adecuada, en el momento justo, en cuestión de milésimas de segundo”.

Tomás reconoce que el abrazo del domingo en Cheste no fue un abrazo normal, no fue un abrazo más, pero sí confiesa que no hubo una sola palabra por medio. ¿Por qué?, “porque lo hemos vivido tan intensamente durante todo este año, hemos sufrido tanto, en el buen y en el mal sentido de la palabra, es decir, temiendo contagiarnos del Covid-19 y disfrutando de los podios y la victoria final, que no hacía falta decirnos nada más. Ese apretón vale por todo el año. Y esto solo acaba de empezar”.

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