“Es un talento increíble. Muy maduro. Parece muy experimentado considerando que es un piloto muy joven y solo es su segundo año en MotoGP”. Valentino Rossi alucinaba hace solo unos días con Joan Mir. “Es la revelación del campeonato, es increíble. No clasifica muy bien, pero hace unas remontadas espectaculares”, ahondaba en la misma idea Álex Crivillé, primer y único campeón del mundo en la categoría de los 500cc de la historia del motociclismo español. Y es que, si algo ha hecho el piloto mallorquín de solo 23 años en la categoría reina es dejar a todo el mundo alucinado.

Mir se ha proclamado campeón de MotoGP con el respeto de todos los que le conocen. Risueño y calculador, a partes iguales, el piloto palmesano ha conquistado la categoría reina de una forma inesperada, conduciendo una Suzuki que llevaba más de 20 años sin llamar la atención y, lo que tiene más mérito aún, en una temporada marcada por el Covid que ha obligado a todos los pilotos a adaptarse a contracorriente a las circunstancias. En eso, y en otras muchas cosas, Mir ha sido el mejor. Un merecido campeón.

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El palmesano es un cocktail de talento, valentía e intuición, con una cabeza mucho más asentada que la que tienen los pilotos que corren a su lado en cada Gran Premio. “Tengo 23 años, pero seguramente cuando quedo con mis amigos, que tienen la misma edad, me parece que estoy más avanzado que ellos. No por ser más inteligente, ni mucho menos, en el colegio yo no era nunca el más inteligente, pero creo que sí he vivido estos 23 años más intensamente que ellos”, analizaba el piloto al ser cuestionado hace solo unos días por esa sorprendente sensatez que le caracteriza.

Mir es un corredor experimentado que, pese a su temprana edad, ha sabido gestionar la presión y los nervios con una madurez alucinante. “Está claro que no sé mucho de la vida, soy muy joven, pero considero que la manera en la que me enfrento a las cosas es bastante correcta. Me considero una persona humilde, a la que le gusta escuchar a las personas, sobre todo a las que saben más. Escucho mucho y creo que es la base del éxito. La clave de todo esto”, reconocía sin que le temblase la voz.

Es la búsqueda de la perfección la que ha conducido a Mir hacia el éxito y la que le ha catapultado al primer escalón del podio: “Quizás me gustaría tener un poco más de paciencia y también ser algo más cariñoso, pero son cosas difíciles de cambiar. Sé que no soy perfecto, pero sí bastante perfeccionista y ese creo que es el camino, al menos así lo veo yo”.

Mir eligió ser piloto por convicción. Al mallorquín nunca le obligaron a subirse a una moto. Con diez años entró en este mundo porque esa fue su elección. El trabajo fue el camino, primero en la escuela de Chicho y luego en la de la Federación. En casa no había mucho dinero y sus padres, Juan Mir y Ana Mairata, quienes se separaron cuando solo era un niño, siempre le inculcaron tanto a él como a sus hermanos, una por parte de padre, Fiona, de 9 años; y uno por parte de madre, Mauro, de 13; unos valores de los que ahora presume. El ejemplo en casa siempre fue el de Rafel Nadal, deportista a quien halaga públicamente: “Un auténtico crack del que podemos aprender muchas conductas para afrontar tanto la competición como el propio día a día”.

Dentro de los circuitos, Mir siempre ha reconocido su admiración por Valentino Rossi, con quien guarda muchas similitudes. Tan alto (1,81 metros) y espigado (69 kilos) como su ídolo, al palmesano no le tembló el pulso cuando el pasado 13 de septiembre le tocó rebasarle en la última vuelta del circuito de Misano, la casa del italiano, y le robó el podio 200 a Il Dottore. “Venía encendido”, se quiso disculpar al término de la carrera. “Me daba igual si era Valentino o quién era. Está claro que ha sido una experiencia inolvidable y lo siento por él porque estaba haciendo una carrera muy buena en casa, pero hoy era mi día”, respondía con la naturalidad que le caracteriza.

Mir, que hasta los 20 años vivía de forma alterna en los domicilios que sus padres tenían en la isla, decidió hacer las maletas tras la consecución de su primer Mundial en Moto3 y poner rumbo a Andorra, donde le convenció la tranquilidad que ofrece el Principado, la pureza del aire que allí se respira, la multitud de oferta deportiva invernal y la calidad de los entrenamientos en altura.

Allí empezó a compartir domicilio con su novia, Alejandra López, la hermana de esta, Claudia, y sus tres perros, Dakota, Kirby y Bruno. El mallorquín se mueve en un grupo de trabajo reducido, personas de su máxima confianza que llevan, la mayoría de ellos, muchos años trabajando a su lado. Tomás Comás, preparador físico y asistente del piloto en los circuitos, es sin duda el punto de apoyo del palmesano, compañero con quien lleva trabajando cerca de diez años.

El otro pilar durante su carrera deportiva fue siempre Dani Vadillo, a quien conoció durante su etapa en la escuela de la Federación y, de quien sorprendentemente se desvinculó en febrero de 2019, antes de iniciar su carrera en MotoGP. Paco Sánchez, representante y abogado, y Juan García, preparador de motos fuera del paddock y asistente en los entrenamientos, son las otras personas de confianza del corredor.  

Si algo ha mostrado esta temporada Mir, además de una regularidad espeluznante, ha sido una prudencia brutal hacia el “rival más peligroso de la parrilla”. El piloto de Suzuki ha creado una burbuja a su alrededor para evitar cualquier contagio que pudiera arruinar el trabajo de toda una temporada. “Acojonado estoy”, reconocía cuando era cuestionado por el el coronavirus, llevando al extremo las precauciones y evitando cualquier contacto con la realidad. “Es que no descansé tranquilo hasta que a mi pareja le empezaron a realizar también los test. Era un sinvivir”, reconocía.

Hay muchísimos pilotos que triunfan en Moto3, se diluyen en Moto2 y desaparecen en la categoría reina, pero Joan Mir ha aterrizado en el Mundial para quedarse. Su carácter extrovertido y sus ganas de comerse el mundo le han hecho triunfar a una temprana edad, pero el mallorquín está convencido de que esto es solo el principio. El sustituto de Marc Márquez promete guerra en 2021. Su agobiante ambición y deseo no le permiten pensar en otra cosa.