Cada vez que Rafel Nadal pisa la semifinal de Roland Garros, su museo de Manacor hace hueco para albergar una nueva Copa de los Mosqueteros. El argentino Diego Schwartman, que nunca antes había estado entre los cuatro mejores de un Grand Slam tiene el desafío de evitar que eso ocurra por decimotercera vez.

El reto (hoy, 15:00 horas, Eurosport) presenta muchos argumentos a favor del mallorquín y algunos que alimentan la esperanza del argentino, que hace 19 días firmaba sobre la arcilla de Roma su primera triunfo en diez duelos contra Nadal.

«He hecho el mejor partido de mi vida», clamó entonces el bonaerense, que dos semanas más tarde, tras alcanzar la primera semifinal de un grande en París, aseguraba que aquel triunfo le convenció de sus opciones de derrotar a cualquiera. «Demostré que puedo ganarle, me lo demostré a mi mismo», aseguraba el ‘Peque’ tras acceder a cuartos, ronda en la que derrotó al austríaco Dominic Thiem, reciente ganador del Abierto de Estados Unidos, en un maratón de más de 5 horas.

Schwartzman, sin embargo, es de los que tiene los pies en el suelo y sabe que lo de Roma puede ser solo un espejismo, porque el partido era a tres sets y porque Nadal solo había jugado otros dos duelos tras un parón de más de medio año a causa de la pandemia: «Para ganarle a cinco sets no vale solo con estar preparado, es necesario más. Ni siquiera lo que hice en Roma me llega. Si lo repito, todavía quedará una eternidad para ganarle». El argentino pretende convertirse en el tercer tenista que destrona al rey de la tierra en su feudo, después de que lo hicieran el sueco Robin Soderling y el serbio Novak Djokovic.

No se acaban ahí sus argumentos. Hace dos años, cuando alcanzó por vez primera los cuartos de final de Roland Garros, Schwartzman ganó el primer set al manacorí, que había encadenado 37 mangas consecutivas, y dominaba el segundo, con un Nadal descolocado, cuando la lluvia obligó a parar. Tras 45 minutos, el mallorquín ya dejó encarrilado el segundo set, antes de que la lluvia obligara a aplazar el duelo al día siguiente, cuando con sol y las ideas más claras Nadal encadenó tres sets seguidos. Desde entonces, el tenis del argentino ha progresado, es más maduro y táctico.

Otro argumento a favor del argentino, una pista más pesada en la que la bola, más dura que en el pasado, vota menos, lo que se adapta bien a sus 170 centímetros de altura, que podrán defenderse mejor de los ataques de Nadal.

Schwartzman, que a sus 28 años se estrenará el lunes en el ‘top 10’, tiene la labor de detener al manacorí y convertirse en el primer finalista argentino en París desde 2005, año en el que, contra Mariano Puerta, el mallorquín levantó su primer trofeo.

Desde entonces, ha logrado otros 11 y, en su año más extraño, ha ido elevando su nivel para presentarse en los momentos decisivos en condiciones de sumar el 13. Los argumentos del español no caben en una crónica, de lo larga que es su historia en París.

Del jugador que llegó hace dos semanas a Roland Garros, con la derrota de Roma todavía en el recuerdo, queda poco. Por sexta vez en su carrera, Nadal ha alcanzado la semifinal sin ceder un set y, aunque los rivales no presentan la entidad suficiente para sacar conclusiones, su juego ha ido ganando enteros.

Nadal, que insiste en que su objetivo es adaptarse a las circunstancias, parece haber ido domesticando todas, desde el tiempo frío que no ha detenido su progresión, a la rocosa pelota que su brazo consigue convertir en un estilete agresivo.

Aterrizado en Francia sin apenas referentes, con solo tres partidos en sus piernas tras la interrupción pandémica, ha ido repitiendo su esquema de ediciones anteriores: progresar a medida que avanzaba la competición, con el fin de alcanzar el cenit el próximo domingo. Si hoy gana, a Nadal le esperará el vencedor de la otra semifinal (no antes de las 17:00 horas), la que dirimirán Djokovic y Tsitsipas.