Pues sí, al final fue verdad. Todos aquellos que pronosticaron que Barcelona, Catalunya, el maravilloso y exigente Circuit, iba a significar un cambio en el Mundial de MotoGP, iba a provocar un cambio de régimen en el campeonato más incierto y desquiciado de las últimas décadas, iba a empezar a decidir, a saber, a oler, a intuirse quién sería el heredero del trono que, pronto, dejará vacante el ‘rey sol’ de MotoGP, del motociclismo, de la última década, el catalán Marc Márquez Alentá (Honda), tenían razón.

El cambio de guardia empieza a verse, ya no solo se intuye, se adivina, dos portentos de los últimos años, el joven francés Fabio Quartararo (Yamaha), que ha renacido, resurgido, reaparecido tras cinco desastrosos grandes premios (incluida una caída absurda en San Marino), ha vuelto a ser el que arrasó en el inicio de la pandemia, allá en Jerez, y el mallorquín Joan Mir (Suzuki), el chavalito que parece no haber roto un plato y que solo obedece a su madre Ana Mayrata ¡mentira!, el niño silencioso que lleva cuatro podios en las últimas cinco carreras (el cuarto puesto, en Austria, debió ser una victoria), se han convertido ¡ya! en los auténticos candidatos al título. Manda el ‘Diablo’, que ayer, en Barcelona, estuvo prodigioso, con 8 puntos de ventaja sobre el isleño, que está de dulce.

Barcelona, Catalunya, Montmeló, el Circuit recibía a un puñado de candidatos y a una jauría de atrevidos perseguidores, entre los que estaba, entre los que sigue, entre los que no se quiere ir, el veterano Valentino Rossi (Yamaha), de 41 años, que se regaló su 350 fin de semana en MotoGP a lo grande y que estuvo, sí, sí, peleando con sus cachorros, alguno de los cuales incluso amamanta él en su Academia VR46, por meterse en el podio, donde estaba hasta que se cayó, hasta que, solito, rodó por los suelos.

De los cuatro ‘magníficos’, dos quedaron descartados (¡ojito!, no para la corona, pues aún faltan seis carreras y 150 puntos en juego), pero sí para el GP catalán, nada más apagarse el semáforo. A Maverick Viñales se le volvió a hacer de noche en cuanto se apagaron los semáforos de salida y, en la primera vuelta, ¡apareció el 15º! cuando salía en parrilla desde la quinta posición. ¡Horrible! y final de sueño. Y al líder, el italiano Andrea Dovizioso (Ducati), lo tiró su colega de marca, el siempre impetuoso Johann Zarco, en la tercera curva. Dos menos para el podio, casi dos menos para la carrera al título.

Era, pues, cosa de que Quartararo y Mir, que casi ya lo han aprendido todo, todo, de sus maestros (“he de reconocer”, contó ayer el ‘Diablo’, “que llevar a Morbidelli detrás durante unas vueltas a 0.3, 0.4. 0.3, en la pizarra del muro, me recordó los tiempos en los que me perseguía Marc y eso me hizo más duro”), se hiciesen con los mandos de la carrera. Y eso ocurrió después de que se cayese Rossi y cuando Franco Morbidelli (Yamaha) empezó a acusar que su rueda blanda trasera le traicionase. También le traicionó a Quartararo (“en la última vuelta rodé 3 segundos más lento, hice tiempo de Moto2, mi neumático trasero ya no existía”), pero el ‘Diablo’ aguantó. “Me han faltado dos vueltas; con dos vueltas más, le pasó”, lamentó Mir, pese a estar más contento que nunca.