Nada más acabar un partido de fútbol, los jugadores, los entrenadores, los aficionados y hasta los periodistas acumulan sensaciones, emociones y tensión que se van soltando poco a poco, algo perfectamente entendible y lícito. Dicho esto, luego está que uno de los sectores citados, el de los periodistas, tiene que dedicarse, en la medida de lo posible, a analizar lo que ha visto sin bufandas, porque de lo contrario su criterio no se ajustaría a la realidad. Es por todo eso que no entiendo que el entrenador del Mallorca, Luis García Plaza, pidiera a los periodistas que positivizaran el resultado y a sus jugadores cuando le preguntaron por las dificultades que tiene el equipo para hacer gol. En el análisis entra un dato objetivo: que el Mallorca ha marcado un gol en 270 minutos de juego (tres partidos) y lo ha hecho en el tercero y a cinco minutos del final, independientemente de que se haya ganado. Él sí tiene que reforzar anímicamente a los suyos ante los medios y de puertas hacia adentro corregir errores, pero debe aceptar la pregunta como tal porque quienes lo contamos no estamos para repartir abrazos con merecimientos o sin ellos, sino para analizar, lo bueno y lo malo, y de momento hay poco que valorar.
