Enric Mas puso un párrafo más en su carrera como ciclista profesional al quedar en quinta posición en la general del Tour de Francia, que ratificará hoy en los Campos Elíseos de París. El corredor de Artà ha demostrado que sirve para la mejor carrera por etapas del mundo y, a sus 25 años, presenta su candidatura a disputar la victoria en las próximas ediciones. De momento, la gloria la deja al esloveno Tadej Pogacar, que sorprendemente se impuso en la cronoescalada de ayer y superó a su compatriota Primoz Roglic.

Mas, que finliazó la cronoescalada en novena posición, se quedó a menos de diez segundos de la cuarta plaza de la general, que ha sido para Mikel Landa. El mallorquín, que dijo sentirse “orgulloso” por esta quinta plaza, subirá hoy por dos veces al podio en los Campos Elíseos de París, como el segundo mejor joven de la carrera, por detrás de Pogacar, de 21 años; y como campeón con el Movistar.

La Tierra se detuvo y dejó de dar la vueltas sobre las montañas de los Vosgos. Amaneció el día gris, para todos, pero más para Primoz Roglic. Ni en el peor de los sueños podía imaginar que un fenómeno de la naturaleza, paisano suyo, de la Eslovenia ciclista, llamado Tadej Pogacar, lo azotaría de la forma más canallesca tal cual hizo el Jumbo con todos durante tres semanas.

No se veía cosa igual en la historia del Tour desde que Greg Lemond cortó las alas a Laurent Fignon en 1989

No se veía cosa igual en la historia del Tour desde que Greg Lemond cortó las alas a Laurent Fignon en 1989, la única vez que a la organización se le ocurrió programar una contrarreloj en los Campos Elíseos. El estadounidense derrotó al francés, pero entonces fue de una manera ajustada. Por solo ocho segundos sonó en París el himno estadounidense y no La Marsellesa. Pero sobre el asfalto de la Planche des Belles Filles no se dio un resultado ajustado, fue una paliza en toda regla, como cuando el púgil aspirante, el que va recibiendo golpe tras golpe en cada asalto, conecta un derechazo y deja grogui al campeón. Pogacar, un chaval que solo tiene 21 años, subía por las cuestas de la Planche des Belles Filles como si fuese una autopista, como si no hubiera ni futuro, ni presente y como esa Tierra que solo si dejaba de girar, tras la exagerada subida al Col de La Loze, se parase en esencia, para condenar a Roglic al infierno, por la tiranía de su equipo, por bloquear la carrera, por privar de espectáculo durante tres semanas, por no dejar atacar a nadie, salvo a Pogacar, cómo no, en el Peyresourde.

Y, sobre todo, para mayor épica del ciclismo de toda la vida, para demostrar que para ganar el Tour no se puede ir todo el día con la calculadora en el ‘maillot’, que hay que atacar. Porque por muy tiranos que fuese el Sky de Chris Froome o el US Postal, dopaje al margen, de Lance Amstrong, para plasmar dos épocas más o menos recientes en las que un equipo bloqueaba la carrera, siempre hubo una etapa, un Alpe d’Huez, un Ventoux, en el que el jefe atacaba de lejos para poner la general patas arriba. 

Pogacar subió como un ángel, pero ejecutor, para convertirse en el ganador más joven desde que el Tour es el Tour. Porque si se repasa la historia de la carrera se descubre que en 1904, un francés llamado Henry Cornet, llegó vencedor a París todavía más joven que este prodigio de Eslovenia. Pero eran otros tiempos y ni se corría en equipo, ni había tácticas, ni nada que se asemeje lo más mínimo al ciclismo actual. Fue un bombazo, ciertamente algo inesperado, casi inaudito y una bendición. Sí, una bendición a los locos, a los inconscientes, a la libertad sobre la bicicleta. Porque Roglic controló a su joven paisano hasta que llegó la montaña.