No ha sido una temporada que pasará a los anales de la historia. El parón por el coronavirus hizo del curso un juego atípico. Pese a las adversidades, el Atlético Baleares supo sufrir, aguantar y resistir, ocupando la primera plaza de la tabla durante 18 de las 28 jornadas disputadas. Con merecimiento se ganó la oportunidad de disputar el play-off de ascenso como cabeza de grupo, pero a la hora de la verdad ha vuelto a fallar. Cartagena y Cornellà han sido sus verdugos.

La plantilla balearica cortó por lo sano las dudas que había generado el equipo durante toda la pretemporada. Incapaz de ganar un solo partido en todo el verano, la escuadra blanquiazul firmó un inicio de curso casi impecable, solo salpicado por una única derrota en las once primeras jornadas.

La dirección deportiva había apostado por cambiar casi todo lo que en la pasada temporada había funcionado. Incomprensiblemente Patrick Messow había sido incapaz de atar a sus actores principales y apostaba por afrontar el nuevo curso con una escuadra llena de novedades. Solo Villapalos, Vallori, Peris, Rovirola, Canario y Manu Herrera daban continuidad a un proyecto que seguía a los órdenes del inconfundible Manix Mandiola.

Para más inri, una de las piezas clave de la campaña 2018-19, Canario, se rompió el ligamento cruzado anterior de la rodilla izquierda a pocos días del inicio del curso ordinario. Muchos factores restaban a un proyecto que generaba muchas dudas y sobre el que había puestas demasiadas expectativas.

Pero los nuevos fichajes se adaptaron a la perfección y no solo se entendieron entre ellos, también supieron aclimatarse rápidamente al Grupo I de la Segunda B, en un popurri de Comunidades donde sorprendentemente ubicó este año la Federación Española a los equipos baleares.

En la jornada 4, los blanquiazules tomaban los puestos de play-off, posiciones que ya no abandonarían hasta final de curso. Pronto se vio que solo dos rivales plantarían cara al cuadro mallorquín. Una UD Ibiza concebida a golpe de talonario y con aspiraciones muy serias, y un Atlético de Madrid B que llegaría a inquietar a los blanquiazules a mitad de temporada arrebatándoles durante cinco jornadas la primera posición.

El estreno del nuevo Estadi Balear, con la consecuente inversión de Ingo Volckmann, fue uno de los momentos más especiales de esta atípica temporada. La reestructuración de la nueva casa de la familia balearica llegó a tiempo, cuando pocos confiaban en ello.

En la jornada 2, el presidente germano se daba un baño de masas ante una afición volcada en su proyecto. Un gol de Arturo en el minuto 71 ante las Palmas B sería solo la primera victoria en un fortín en el que solo la UD Ibiza lograría rascar lo tres puntos a lo largo del curso.

Son Malferit, que tantas alegrías había dado la pasada temporada, era la antítesis del nuevo estadio. Había miedo de que los jugadores no supieran adaptarse a las nuevas dimensiones del terreno de juego o a su flamante césped natural. Pronto el aficionado balearico volvió a sentirse como en casa disfrutando del juego de los suyos.

Las salidas volvieron a ser el gran quebradero de cabeza para Manix Mandiola. Pese a que en un principio el equipo fue capaz de salvar los partidos a domicilio, pronto el Baleares empezó a flaquear cuando viajaba fuera de la isla. Como visitantes, los mallorquines sumaron a lo largo del curso cinco victorias, tres empates y otras cinco derrotas, mostrando en dichos partidos sus temores y debilidades.

En la jornada 15, ante el Celta B, los hombres de Manix lograron su victoria más abultada del curso, ganando a su rival con un resultado de 6-1, pero solo tres jornadas después, en la 18, la escuadra blanquiazul sufrió el mayor varapalo al caer por 3 a 1 en el campo del Marino de Luanco.

Flaqueó el conjunto blanquiazul a mitad de temporada, lo que provocó que el Atlético de Madrid tomará el mando de la tabla durante cinco largas jornadas, pero pronto el Baleares volvió a espabilar y recuperó su plaza, posición que ya no abandonaría hasta que fuera cancelada la competición el pasado mes de marzo.

En el mercado invernal, Messow reforzaba al equipo con la incorporación de los hermanos Shashoua, Óscar Gil y el exmallorquinista Dejan Lekic, fichajes con los que el propio Mandiola se mostraba "ilusionado".

El parón por el coronavirus y la consecuente cancelación del curso llegó precisamente cuando el equipo más debilitado se encontraba. En la jornada 27, los mallorquines caían derrotados (2-0) ante el Sporting B y una jornada después, en la 28, sucumbían ante la UD Ibiza (0-2), en la primera derrota en el Estadi Balear. Era su peor racha del curso y los de Pablo Alfaro recortaban distancias y se colocaban a solo dos puntos.

Durante el parón, la mayoría de entrenadores dieron vía libre a sus jugadores y en ese sentido, Mandiola no fue menos. Los futbolistas se ejercitaron en casa, desconocedores de cómo resolvería la Federación el final de temporada. Se especuló hacia todas las vertientes: ascenso directo de los primeros de grupo, disputa de un play-off de promoción a Segunda o incluso dar por finiquitado el curso y dejar todas las cosas como estaban.

Los encontronazos y la rivalidad con su vecino pitiuso, la UD Ibiza, durante el largo parón, salpicaron la actualidad del club e incluso Pablo Alfaro, técnico del conjunto ibicenco, llegó a insinuar que equipos como el Baleares podían simular un posible contagio masivo por coronavirus para lograr el ascenso deseado.

Esa fue la gota que colmó el vaso. La entidad presidida por Ingo Volckmann entró en el juego a través de unas polémicas declaraciones de su gerente Guillermo Pisano. El toma y daca puso su punto y final cuando la Federación tomó cartas en el asunto y asentó las bases del regreso a la competición para los equipos que debían disputar el play-off.

Mandiola, que había pasado el confinamiento en su tierra, regresó a la isla y empezó a trabajar con sus jugadores a lo largo de mes y medio para preparar 90 minutos de partido. El pasado 26 de junio se dieron a conocer los emparejamientos de la fase de ascenso y el Cartagena se convertía en el rival a batir.

El partido disputado ayer ante el Cornellà y la consecuente frustración, pasan a formar parte ya de la más triste historia del club. 57 años después, el Atlético Baleares sigue buscando el regreso a la tierra prometida, la Segunda, donde ha militado cuatro temporadas a lo largo de su larga existencia. A Mandiola, que tras el partido anunció su marcha del club, el fútbol le sigue debiendo un favor tras repetirse la decepción de la pasada temporada, por no hablar de una afición que lleva ya demasiados años llamando a la puerta.