Si uno quería ser optimista y pensar que el Mallorca podía sacar algo positivo de su visita al Wanda había de olvidarse de muchos apriorismos, de lo contrario todo se veía muy negro. Cuando el equipo de Moreno juega lejos de Palma hay que tener en cuenta que es el peor visitante de la Liga, que en todos sus partidos encaja al menos un gol y, por si fuera poco, existen muchas posibilidades de que le señalen un penalti, ya son quince esta temporada. Para el partido de ayer había otros imponderables, aparte de que se enfrentaba al tercer mejor local de la Liga, solo superado por Barça y Madrid. Para conformar el once inicial se recurría de nuevo a jugar sin un lateral izquierdo nato, tras la enésima lesión de Lumor, y faltaba el que, sin duda, es su central más fiable, Valjent. Para rematar tantas carencias en la delantera no se contaba con el mejor goleador, Budimir y Moreno dejaba en el banquillo a Salva Sevilla.

Vistas así las cosas, puntuar en Madrid era poco menos que misión imposible, aunque el equipo mantuvo el orden durante buena parte del partido. Un penalti, cómo no, y un despiste en los estertores de la primera mitad, dejaron el partido sentenciado. Solo quedó asumir riesgos en la segunda parte, para dejar al menos la impresión de que el equipo competirá hasta el último minuto. Fue la vuelta a la normalidad.