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Cartulina Morada

No lo digo yo, lo cuentan ellas

Si un día tengo una hija le diré que se deje de deportes, sin derechos y con demasiados deberes. Destrozan su cuerpo, dedican su vida a ello y al final ¿para qué?

No lo digo yo, lo cuentan ellas

Si un día mi hija me dice que quiere ser deportista, creo que vamos a tener un serio problema. Supongo que intentaré quitarle esa presuntuosa y empoderada idea de la cabeza y centraré todos mis esfuerzos en convencerle de que la abogacía puede ser una rama mucho más entretenida. Los tiempos están cambiando, pero evidentemente no es suficiente. La mayoría de la elite del deporte femenino mallorquín no es capaz de sobrevivir de lo suyo. No les hablo de deportistas a pie de calle, les hablo de auténticas profesionales. Futbolistas, jugadoras de baloncesto, ciclistas, gimnastas o cualquier otra disciplina que se les pueda pasar por la cabeza. Y no lo digo yo, lo cuentan ellas. Dedican horas y horas a una profesión que caduca a la vuelta de la esquina. Destrozan su cuerpo, lo someten a interminables horas de entrenamiento y todo para comprobar cómo, ellos, haciendo exactamente lo mismo que ellas, ganan diez veces más.

Pocos derechos y muchos deberes

La deportista del siglo XXI sigue sin contar con derechos laborales ni convenios colectivos. Son penalizadas por maternidad, nadie cubre sus lesiones y a duras penas son capaces de llegar a fin de mes. Es la mujer que más discriminación sufre, con sueldos mucho más bajos que los hombres, menos patrocinadores, peores condiciones de contrato y una presencia casi invisible en los medios. Ellas son totalmente conscientes de la precariedad y desigualdad que sufren, pero son incapaces de abandonar aquello que aman. Importa poco el esfuerzo y las horas que haya detrás. Su lucha no tiene límites. Es el carácter del deportista aunado con la inquebrantable fortaleza de la mujer. Esperan el cambio ¿para qué engañarnos?, pero no lo hacen sentadas, lo hacen luchando, de pie y con el puño alzado. Y, a pesar de todo, al final me convencen, cómo no van a hacerlo: "Querida hija, ¿a qué hora tienes entreno?"

Los bemoles de Moreno

"No es partido para improvisar", analizaba un compañero sobre la sorprendente alineación dispuesta por Vicente Moreno ante el Eibar. "Ya sabemos cómo va a acabar esto", reiteraba en un riguroso examen clínico. Y a priori no le faltaba razón. El preparador valenciano se permitió el lujo de inventar en un partido a vida o muerte para el conjunto bermellón. Quizás sea porque soy más de lo malo conocido que de lo bueno por conocer, pero en Ipurua había que echarle dos bemoles para salir con el planteamiento que dispuso Moreno sobre el verde, con tres centrales y dos carrileros, en un sistema poco habitual para sus jugadores y que, dado el resultado, salió a la perfección. "Es que había que probar cosas nuevas, así no podíamos seguir", consideraba el mismo compañero, solo dos horas después.

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