"Con el paso de los días voy tomando conciencia de que Tokio puede ser una realidad". Adrián Castaño todavía se pellizca. En menos de cinco meses los Juegos Paralímpicos pueden ser su gran objetivo. "Todavía queda lo más importante, clasificarse", pero el palista mallorquín confía en sus posibilidades. "Basta un Mundial como el que firmé el año pasado en Hungría para asegurar la plaza. Confío en mis posibilidades", reconoce risueño. Detrás ha habido un duro trabajo, toda una historia de superación.

Castaño nació un 15 de octubre de 1994 en Palma. Los médicos traían malas noticias. "Nací con una artrogriposis múltiple congénita, una dolencia que afecta a las extremidades superiores e inferiores y que limita el movimiento articular. A mis padres les dijeron que su hijo nunca caminaría, que la silla de ruedas iba a ser mi fiel compañera", recuerda el deportista con un hilo de voz. "¡Pero mírame, aquí estoy! Con una vida normal y caminando por mi propio pie", reconoce orgulloso.

Detrás de tanta suerte solo hay esfuerzo y trabajo "y muchas, muchas operaciones y horas de rehabilitación". Desde los tres meses y hasta los 17 años, Castaño pasó en más de veinte ocasiones por el quirófano, pero su entrada de lleno en un deporte como el piragüismo marcó un antes y un después en su vida: "El deporte me ha ayudado a mejorar en mi discapacidad, el ejercicio diario es imprescindible para mí. No concibo mi vida sin él, dejarlo afectaría a mi salud, no tengo ninguna duda".

El piragüismo llegó a la vida de Castaño por casualidad, tras un viaje de estudios multiaventura en el que pudo probar la disciplina. "Le dije a mis padres que quería apuntarme a un curso, pero para ello tenía que aprobar todas las asignaturas en el colegio. Lo hice y pasé un verano entero en la escuela de Calanova. Al cabo de tres años mi monitor me animó a que le dedicara más tiempo y aquí estoy, luchando por una plaza en los Juegos", reconoce con júbilo.

El Real Club Náutico de Palma es ahora como su segundo hogar e Ismael Uali, su técnico, como un segundo padre. Castaño dedica cuatro horas al día a entrenamientos para llegar en las mejores condiciones al próximo Mundial de Duisburgo, en Alemania, donde se decidirán las tres plazas que quedan vacantes para los Juegos.

"Compito en K1 200 metros, en la modalidad KL1. Mi batalla ahora mismo es luchar por una de las tres plazas restantes. Portugal, Rusia y Chile son los rivales a batir en esta ocasión, pero confío en mis posibilidades y creo en mis opciones", señala. "De conseguir una plaza para Tokio, al 2020 no le puedo pedir mucho más", reconoce con la mente puesta en unos Juegos Paralímpicos que se disputarán del 25 de agosto al 6 de septiembre en la capital nipona. "Una vez clasificado ya se verá si hay opciones o no para aspirar a algo más. Compito con gente más desarrollada muscularmente, la mayoría llegan por una discapacidad provocada por un accidente, pero yo no me pongo trabas. Mi objetivo es disfrutar y es esas estamos", resume.

Máximo exponente del piragüismo adaptado en Balears, Castaño ha encontrado en el deporte una válvula de escape y, sobre todo, un bálsamo para acotar la dolencia que sufre: "Tengo la suerte de estar enamorado de este deporte y que venir a entrenar no me cause ningún esfuerzo. Cuando me subo a la piragua desconecto de los problemas, me evado y me concentro en mí. Tengo la suerte de practicar un deporte que me ayuda a combatir mi discapacidad, me ayuda a sentirme mejor físicamente, eso es un plus muy grande".

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