La nadadora Cata Corró (Inca, 1995) vuelve a ver la luz al final del túnel tras ser operada por segunda vez con éxito, hace poco más de un mes, de un tumor cerebral. La mallorquina, oro en los Juegos del Mediterráneo de 2018 en la modalidad de 400 metros estilos, ya ha sufrido a su corta edad lo que muchos ni siquiera experimentarán a lo largo de su vida. Con una actitud positiva ante la vida y una entereza impropia para alguien de su edad, Cata apunta al futuro con esperanza: "Haber pasado por esta situación me ha hecho mucho más fuerte. Si el tumor no ha podido conmigo dos veces, creo que estoy preparada para cualquier cosa que me venga en la vida".

La inquera de 24 años, con un pabellón en su ciudad que lleva su nombreun pabellón en su ciudad que lleva su nombre, es una de las grandes promesas de la natación balear. Becada durante muchos años por la Federación Española en el CAR de Sant Cugat, entrena y compite en el CN Sabadell, aunque por el momento, se lo toma con calma. "He vuelto a nadar un poco, pero muy controlada por el entrenador y el club, que no quieren que me pase. Hay que tomárselo con tranquilidad y ser consciente de que el cuerpo no debe ir más rápido de lo que puede", reflexiona. Estudiante de Medicina, todavía no sabe en qué campo se especializará, aunque sí tiene claro que será "algo relacionado con la cirugía".

Ya ha pasado más de un mes de la intervención y Cata Corró está centrada en recuperarse y en seguir con sus estudios. Admite que no se marca un plazo para volver a competir, aunque reconoce que lo primero que hizo al llegar a Barcelona fue ir a ver sus compañeros: "Lo único que quería era verles nadar. Era más tener la sensación de que volvía a mi medio natural, aunque yo no pudiese hacerlo".

Ahora su diagnóstico es mucho más favorable que tras la primera operación: "Aunque me han dejado un 1% del tumor dentro al estar cerca de una arteria, el médico me ha dicho que hay un 90% de posibilidades de que no tengan que volver a operarme. Ese 1% es mucho más esperanzador que la primera vez, cuando dejaron un 5% al suceder una complicación en la intervención".

Su pesadilla comenzó hace poco más de dos años. Tras sufrir mareos en la piscina y episodios de epilepsia, los médicos, tras realizarle un sinfín de pruebas, revelaron el duro diagnóstico. Cata tenía un tumor cerebral. "Tras encontrar el problema, me operaron a las dos semanas. En ese momento no fui realmente consciente de que era una operación muy seria hasta que me tocó recuperarme", recuerda.

Y es que los médicos aconsejaron a Cata que esperara por lo menos un año para volver a las piscinas. Pero ella, que ha demostrado estar hecha de otra pasta, lo logró en apenas tres meses: "Yo sabía que no iba a recuperarme psicológicamente hasta que no volviese a nadar. He de reconocer que el primer día tan solo pude nadar 10 metros exactamente. Gracias a cómo soy y cómo me han educado mis padres pude volver al agua antes".

Un año después participó en los Juegos del Mediterráneo 2018 y Cata logró lo inimaginable, alzarse con el oro en los 400 metros estilos, imponiéndose a favoritas como Mireia Belmonte, campeona olímpica, y batiendo el récord de la modalidad en esta competición: "Ni yo ni mi entrenador esperábamos conseguir algo así. Había entrenado de forma diferente, muy duro, pero no creíamos poder llegar a ese nivel. Fue muy bonito y lloramos mucho al lograrlo. Hice bien en ponerme a nadar cuanto antes".

A pesar de parecer que lo había dejado atrás, este mismo año Cata fue consciente de que algo "no estaba bien" en su cuerpo. La nadadora vio cómo el número de ataques epilépticos de ausencia aumentaban cada vez más y por mucho que intentara remediarlo, su cuerpo "no respondía" como ella quería: "Sabíamos que algo pasaba". Una revisión en septiembre reveló lo que Cata ya sospechaba, aunque en esta ocasión su reacción fue "muy distinta" a la primera vez. El tumor había vuelto a crecer y tenía que volver a pasar por quirófano. "Me ha costado mucho más asumirlo. He pasado mucho miedo y angustia porque a lo que me enfrentaba no era solo a una operación de alto riesgo, sino a volver a tener que pasar por lo mismo otra vez", señala.

"Cuando me dieron la noticia, es como si todo tu mundo y todo lo que conoces se te escapara de las manos. No puedes controlar nada y te destroza la vida que tienes", afirma. Es aquí donde entran dos figuras muy importantes en su vida, Álex López, su entrenador, y su mejor amiga, la nadadora olímpica Judit Ignacio, dos de los grandes apoyos de la mallorquina en estos últimos meses. "Aparte de mi familia, ellos me han ayudado a poder llevar la situación. Tengo que admitir que esta vez casi ni me podían levantar. Lo he pasado muy mal, hasta llegar al punto de cuestionarme si estaba sufriendo una depresión", relata.

"Antes de operarme mi reto eran los Juegos de Tokio. Ahora ya no hablo de objetivos a largo plazo, porque la vida se tiene que vivir momento a momento", responde. La paciencia es la virtud que mejor define a la joven nadadora. "Es la palabra que más oigo en mi cabeza. Por mucho que uno quiera ir en contra de su diagnóstico, no vas a poder hacerlo y hay que coger siempre la parte positiva de todo. Es lo que se necesita en estos casos".

Cata vuelve a sonreír junto a lo que más ama, la piscina: "Más o menos tengo una vida normal. Estoy empezando a trabajar un poco el cuerpo y volviendo a la rutina, que es estudiar y entrenar". El proceso no será rápido, pero Cata indica que lo hace "poco a poco" y en su hábitat natural, el agua: "Estar dentro de la piscina me produce mucha calma. Eso para mí significa todo".

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