La primera es evidente, el equipo tiene que ser más regular. Dominó el primer y tercer período, pero en el segundo encajó un parcial de 28-13 (recibir 28 puntos en 10 minutos es excesivo).

La semana pasada el entrenador se quejaba de la actitud y del quehacer de sus jugadores. En la rueda de prensa del viernes las primeras palabras iban dirigidas a ellos en estos términos: “Quiero dar la enhorabuena a mis jugadores por el trabajo realizado en un partido complicado”.

Alicante en las dos primeras jornadas había tenido dos estiletes ofensivos, que había que desarticular. Con Pitts no fue posible, anotó 20 puntos y fue el mejor valorado de su equipo. Por el contrario Fall, la sensación del inicio de la Liga, sólo anotó 8 puntos (su media era de 27). El trabajo defensivo sobre este pívot fue extraordinario y por ello hay que destacar la labor del interior del Mallorca Tunde Olumuyiwa, quien además en los últimos segundos del partido realizó una acción de ayuda defensiva que fue determinante para conseguir el triunfo. A falta de 1:03 para finalizar el partido y con el marcador 74-69, el encuentro parecía sentenciado y la tercera derrota consecutiva sobrevolaba el banquillo mallorquín. Fue entonces cuando aparecieron las muñecas de dos jugadores que esta temporada tienen que ser decisivas, Bivià y Bropleh, y anotaron los dos triples que dieron la victoria. La experiencia de los jugadores se demuestra en momentos como estos.

Y si la semana pasada comentábamos el aspecto psicológico de la derrota, hoy hay que mencionar el efecto balsámico de la victoria. Ganar en Alicante tiene que servir para que los jugadores y el equipo se quiten de encima la presión que supone perder los dos primeros partidos de la Liga y así ganen en autoconfianza y puedan mejorar su rendimiento. El próximo domingo visita Son Moix el Valladolid que ha conseguido un pleno de victorias de tres de tres.