A los 35 segundos del partido, el Mallorca pudo comprobar de primera mano lo que le esperaba en la siguiente hora y media. Diego Costa casi marcó en la primera jugada del encuentro, pero su disparo se fue desviado. En el minuto 3 fue Vitolo el que estuvo a punto de inaugurar el marcador. Es la diferencia entre un Atlético de Madrid multimillonario, por mucho que su técnico, Simeone, vaya de pobre, y un Mallorca al que los números le dan la razón. Es el equipo con el límite salarial más bajo de la categoría. Y se notó en el campo. Vaya que si se notó.

Pero no hay que lamentarse, ni mucho menos dar por hecho de que el partido estaba perdido de antemano. Porque si es así, o ha de ser así, mejor que el equipo no se presente. El Mallorca juega en una Liga de veinte equipos y de lo que se trata es de que tres de ellos acaben en la última jornada por detrás de los rojillos. Así de simple, así de complicado.

El Mallorca entró al partido acomplejado, resignado a realizar un ejercicio de subsistencia. De correr detrás de la pelota ante jugadores superdotados técnicamente. La consigna estaba clara: máxima presión a la salida del balón del Atlético. Moreno se desgañitaba en el área técnica, con continuos avisos a sus jugadores, especialmente a Kubo, la sorpresa, o menos, en la alineación, y a Dani Rodríguez. Lo cierto es que el conjunto rojiblanco no tenía resistencia. Durante muchos minutos jugaba a placer ante un rival consciente de su inferioridad.

Al cuarto de hora Vitolo, solo, pudo adelantar a su equipo, pero su disparo se fue alto. Por el Mallorca, una falta lanzada por Salva Sevilla que atrapó Oblak sin problemas fue el único remate. Era cuestión de tiempo que el Atlético marcara. Y lo hizo Diego Costa en el minuto 26 al rematar de cabeza a placer ante la pasividad de un Baba que ha bajado su rendimiento en los últimos partidos.

Tres minutos después el duelo se podría haber acabado si el VAR no hubiera actuado. Lo que el videoarbitraje detectó fueron unas manos de Joao Félix. El Mallorca respiraba o, por lo menos, mantenía la esperanza de que en un rebote, un penalti o algún factor extraño le diera la posibilidad del empate. Pero sin rematar a puerta es muy complicado. El equipo no tenía ideas, no sabía cómo meterle mano al rival, al contrario de lo que dijo Moreno en la previa. Demasiado tenía con defender. Y lo que defendía era una mínima derrota. No había fuerzas ni calidad para nada más. Al filo del descanso Reina evitó el segundo al despejar a córner un remate de cabeza a bocajarro de Joao Félix. El partido se iba al descanso, la mejor noticia para un Mallorca desnortado, al borde de la asfixia.

El partido pudo haber cambiado al primer minuto de la segunda parte si Kubo hubiera marcado en una acción en la que su remate impactó dos veces en el palo izquierdo de Oblak. A eso se le llama mala suerte. El Mallorca entró al segundo tiempo con nuevos bríos, con ganas de echarle un pulso a su ilustre rival. Pero lo que llegó fue el segundo del Atlético en un remate aparentemente sin peligro de Joao Félix. Su remate se estrelló en el palo de Reina, pero a diferencia de la jugada anterior, esta vez el balón sí entró. Fue un jarro de agua fría para un Mallorca al que se le acabaron las escasas opciones que le quedaban de, por lo menos, arañar un punto.

Moreno decidió entonces reservar fuerzas pensando en el partido del domingo en Mendizorroza y sustituyó a Baba y Budimir por Abdón y Alegría. Simeone hizo lo mismo pensando en el Real Madrid y dio entrada a Morata por Diego Costa. Era el minuto 68. Nueve después el ex jugador del Real Madrid y Juventus enfilaba el camino de los vestuarios al ver la segunda amarilla en un minuto por un pique con Xisco Campos. Una anécdota. Poco se le puede reprochar al Mallorca. Fue inferior a su rival y hay que aceptarlo. Hay tiempo para la reacción, pero el equipo debe sumar de forma urgente para no quedar descolgados a las primeras de cambio y que cunda el desánimo.