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Opinión

Apología de Nadal

A muchos españoles, Nadal nos quita el sueño. Nos tiene en vela muchas madrugadas, pero jamás nos lleva al bostezo. Y, aunque nos robe horas de descanso, nunca defrauda las expectativas de ofrecer al país entero una madrugada de ensueño, la satisfacción de contar entre los más grandes de la historia del tenis con uno de los nuestros. Si tuviera una hija, me gustaría que fuera mi yerno.

Se trata sin duda del mejor deportista español de todos los tiempos, no solo por los méritos sobre la pista, sea de arcilla o cemento: también por su comportamiento ejemplar fuera de la cancha. Nadal nunca se muestra altivo ni soberbio; jamás humilla al contrincante; al contrario, lo ensalza. El manacorí universal da tantas muestras de buen ganar como de saber perder, si bien es cierto que la derrota no figura con frecuencia en su librillo. Quien tiene miedo a perder no merece ganar.

Rafa atesora todos los valores positivos del deporte: solidaridad, esfuerzo, constancia, capacidad de sufrimiento, trabajo€ Nunca se rinde. Pasan los años y mantiene las virtudes que lo elevaron desde muy joven al estrellato, pero además ha sabido corregir sus escasos defectos: ahora su saque también es mortífero.

Nuestro tenista de referencia es un número uno cuando se pone de corto y cuando viste de calle. Al resto y al servicio, en el paralelo y al cruzado. Rafa es un jugador de ciencia ficción, de dibujos animados. Federer y Djokovic son también jugadores estratosféricos, pero su problema tiene un nombre: Rafael Nadal.

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