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Opinión

Nadal sufre como nadie

Posiblemente el mejor deportista de la historia. reuters

Santiago Segurola es el único autor posible de la sentencia "Guti no ha venido a este mundo para sufrir". De ahí la genialidad irregular, esporádica y a trompicones del madridista. En cambio, Nadal sufre como nadie. Así se explica la feroz continuidad de sus triunfos, por encima de dolencias físicas, traumas psicológicos y la erosión imbatible de la edad. Los viejos atletas no se retiran cuando el músculo les traiciona, porque los fisiólogos han comprobado que no hay diferencia entre los 25 y los 60 años, abandonan cuando el dolor se impone insoportable.

Y no se habla aquí de esfuerzo, trabajo, sacrificio, dedicación y demás palabrería apropiada para llegar a community manager, jefe de planta de unos grandes almacenes o todavía peor, periodista. Se trata de aguantar los embates de un torturador como Medvedev, en un ceremonial de una crudeza digna de Tarantino y que pondría en un brete a los apóstoles de los Derechos Humanos. Con la exigencia que plantea Nadal, el deporte de alta competición es un abuso físico.

El New York Times publicó una exhaustiva encuesta llevada a cabo entre la aristocracia del tenis. Jugadores, entrenadores y expertos puntuaban a las estrellas del Grand Slam atendiendo a sus golpes y actitudes. Nadal aprobaba con algún notable en todas las categorías, pero alcanzaba la matrícula de honor en una casilla, "¿qué jugador querrías que te representara en un partido a vida o muerte?".

Si eres veterano y estás dispuesto a sufrir como un adolescente ambicioso, neutralizarás al insolente Medvedev con un revés cortado que rebajará el punto de mira de su artillería, véase el quinto set. Esos once errores no forzados de más en todo el partido decidieron el Open USA, una vez que ambos bateadores lograron un porcentaje escalofriante de devolución de servicios. (O sea, que el otro no sacaba demasiado bien).

Tomemos a un campeón de campeones como Kobe Bryant, y su tuit en el momento de mayor sufrimiento de Nadal, "esto es insane". En efecto, es una locura que un ser humano se someta voluntariamente a ese castigo, y lo afirmaba un ganador de cinco anillos de la NBA en veinte años de carrera. El propio Medvedev, en unas declaraciones postpartido que desvelaban una inteligencia chocante en un deportista, señalaba que nunca se vio ganador y que porfiaba en la lucha por el ánimo de la masa enfurecida. El espectáculo de Wimbledon'08 fue una función de Mary Poppins por comparación con la carnicería del domingo. Y en Londres había dos concursantes en plenitud.

Medvedev se crecía durante el partido porque iba aprendiendo de Nadal, se nutría de los veinte años de carrera del mallorquín. Y el ultracampeón de Roland Garros se solazaba chapoteando en los charcos, celebrando sus errores con tanta furia como sus aciertos. Supongo que aquí encaja la fenomenal autodescripción de Michael Jordan. "He fallado más de nueve mil tiros a canasta en mi carrera, he perdido casi trescientos partidos, en 26 ocasiones se me encomendó el lanzamiento definitivo que decidía el partido y lo fallé. En mi vida he fracasado una vez y otra y otra, y por eso he triunfado". ¿Se entiende así por fin el desenlace del Open USA?

Para quienes insistan en recontar triunfos en vez de padecimientos, Nadal subsanó el domingo en Nueva York el estigma de un palmarés de campeón que monologa con la tierra batida. Es un hombre para todas las estaciones, que admite cauteloso que "sé que ocupo un lugar en la historia del ternis, pero no me corresponde a mí determinar en qué escalón". Posiblemente, en el peldaño del mejor deportista de todos los tiempos. Incluso en España.

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