Pasaban 35 minutos de las cinco de la tarde en el aeropuerto palmesano de Son Sant Joan cuando, entre una nube de viajeros anónimos, pasó bajo el arco de la puerta C de la terminal de llegadas una tímida pero rebosante de felicidad María Perelló.

Sin parar de sonreir, abrumada por los flashes de las cámaras y la expectación de sus compañeros del Club Nàutic S'Arenal, la regatista mallorquina fue rápidamente envuelta con una bandera española mientras recibía una gran ovación de los más de cincuenta compañeros de club y familiares que se citaron en el aeropuerto.

La tres veces campeona del mundo contenía las lágrimas y la timidez propia de su corta edad, catorce años, con una entereza digna de lo que se vislumbra en su ambiciosa mirada, una campeona que dará mucho de qué hablar.

Tras los más que necesarios abrazos con familiares y colegas de equipo, Perelló pudo dedicar unos instantes a la prensa, en los que aseguró que se encontraba "súper contenta, no me lo habría imaginado nunca". Por su descalificación y el fuera de línea con el que fue sancionada, tuvo hasta el último momento la incertidumbre de si habría conseguido el entorchado por tercera vez o se tendría que conformar con el subcampeonato. No se enteró de su nuevo triunfo hasta que le dijeron "que había ganado", declaró la regatista mientras esbozaba una sonrisa y sujetaba la placa que le acreditaba como campeona mundial como si del objeto más frágil se tratase.

"Lloré mucho porque estaba muy nerviosa, también pensé que eran mis últimas horas en la categoría Optimist" explicó la joven al ser preguntada por las palabras de ánimo de su entrenador, Adri Barceló, antes de afrontar la última manga, esa que la volvió a aupar al primer escalón del podio.

Inés, la madre de la campeona, no tenía "la necesidad de salir ante las cámaras", susurraba a una amiga del Club, aunque reconoció que "si María está contenta, yo ya estoy súper contenta".

Por su parte, el presidente del Club Nàutic S'Arenal, Óscar Estellers, asumió que desde el club "estamos tremendamente orgullosos de los triunfos de María y de su hermana, especialmente del de María, ya que es la primera en conseguir tres campeonatos del mundo de Optimist, algo que nadie había conseguido".

Como curiosidad de una recepción llena de pompa y boato, digna de una triple campeona del mundo, Juan Pablo, padre de la próxima competidora de la categoría de 420, desveló que la medalla se había extraviado en el trayecto "aunque seguramente esté escondida en alguna cremallera, y si no, no pasa nada, a por otra".