La historia no es caprichosa. Está para algo. Y la que se cuenta en París, en la tierra de Roland Garros, la dicta desde hace catorce años Rafel Nadal. Y de qué manera. Esta mañana, en la remozada Philippe Chatrier, la historia ha sido la de siempre. Bajo una amenaza de lluvia constante, el mallorquín se ha impuesto a Federer por 6/3, 6/4 y 6/2 en dos horas y 25 minutos y jugará el domingo (si el tiempo lo permite) ante el vencedor de la segunda semifinal que jugarán a continuación Novak Djokovic y Dominic Thiem. Ha sido la sexta victoria de Nadal sobre su gran rival en París en otros tantos enfrentamientos, que talvez sea el último si se cumplen los constantes rumores de la retirada de Federer.

Hacía cinco años que Nadal no ganaba al helvético, desde la semifinal de Australia de 2014. Entre medias, un parcial de 5-0 para Federer, que a sus casi 38 años sigue impartiendo clases magistrales. Hoy menos que otras veces porque delante tenía a un rival que le tiene tomada la medida sobre arcilla con un balance que lo dice todo: 14-2. No hay color.

Y no lo hay porque Nadal siempre encuentra soluciones ante un Federer que las busca permanentemente pero casi nunca las encuentra. Nadal ha basado su victoria en su temple en los momentos de duda, que los ha habido, y en su revés cruzado y el paralelo, sus dos principales armas a las que Federer no ha encontrado respuesta. El doce veces finalista en París ha masacrado a su rival con el revés cruzado, que ha aparecido en los momentos que más lo necesitaba.

No ha sido la victoria más brillante de Nadal.. Pero sacar conclusiones de un partido dominado por el viento, que ha perjudicado por igual a los dos protagonistas, es arriesgado a la hora de analizar sus posibilidades en la final del domingo, sea Djokovic o Thiem el rival. Ha ido de menos a más y ha finalizado al nivel al que nos tiene acostumbrados.

El primer set, resuelto por Nadal en 51 minutos, ha sido más competido de lo que indica el marcador. El de Manacor ha roto el servicio de su rival en el segundo juego. Todo parecía ir según el guión previsto, pero Federer demostró en el quinto porqué es el mejor tenista de la historia, y le devolvió la moneda. Nadal respondió como solo lo hacen los grandes campeones y logró su segunda rotura, definitiva para la suerte del parcial.

La historia se repetiría en el segundo set, todo un síntoma de cómo afrontaba el partido Federer. No es que saliera derrotado, pero sí consciente de que en tierra, y más la de París, sus posibilidades ante Nadal son muy escasas. El campeón de veinte grandes rompió el servicio de Nadal en el segundo juego, pero el de Manacor le ha respondido con la misma moneda al siguiente. Hasta que le ha vuelto a hacer un break en el noveno, definitivo para la suerte del set (6/4) y del partido.

Porque con casi dos horas en pista y dos sets abajo, Federer se tomó el tercero a beneficio de inventario. Hacía ya tiempo que huía del peloteo, donde tenía todas las de perder. Y, si el viento se lo permitía, buscaba el saque y volea cuando servía y la red en los restos para acortar los puntos. No sirvió de nada. Nadal era el claro dominador del partido. En un visto y no visto se colocó 4-1. Hacía tiempo que Federer quería desaparecer de la pista para descansar y pensar en Wimbledon.

Nadal sigue aumentando su leyenda. Está a un paso de su duodécima victoria en Roland Garros, una gesta, la de ganar doce veces un mismo torneo, nadie en la historia ha conseguido. Seguro que en la final, la número 27 en un Grand Slam,ante Djokovic o Thiem, tendrá muchas más dificultades que hoy ante Federer.