La lista de nombres históricamente malditos del baloncesto mallorquín se amplió ayer con el de RETAbet Bilbao. Como ya lo son, desde hace casi tres décadas y para siempre, los del Cáceres, Juver Murcia, Lliria y Caja San Fernando, ya que todos ellos alcanzaron la elite a costa del Patronato. El Iberojet Palma acarició ayer la ACB, compitió hasta el final por el ascenso ante el poderoso anfitrión de esta 'Final Four', pero la moneda salió cruz. Otra vez.

Esta derrota es de las que duelen, está por ver si tanto como aquellas, aunque da la impresión de que esta temporada se ha dado un paso hacia adelante sembrando una semilla que puede germinar en el futuro a corto plazo. Eso mismo creían a finales de los ochenta y principios de los noventa con el Patronato y sus diversas denominaciones -Prohaci Mallorca, Syrius-, pero la mala gestión económica acabó convirtiendo aquel sueño en una pesadilla. Y eso que la gloria también se tocó con los dedos, sobre todo en aquel partido jugado el 10 de mayo de 1992 en Cáceres, cuando una canasta a dos segundos del final de Freixanet destrozó el corazón del deporte de la canasta en la isla cuando parecía que los Guillem Coll, De la Cruz, Mincy y compañía lo conseguirían.

El proyecto actual no tiene nada que ver con el que empezó a morir hace veintisiete años. Pero sí tiene en común que aglutina la ilusión de Mallorca por aterrizar en la elite de una vez. O al menos así se ha demostrado este curso con la fabulosa respuesta de la afición, tanto en la Liga regular cuando ya se entraba en la fase decisiva como en el play-off, con unas tres mil personas por encuentro en Son Moix, como mínimo. Ya no hay que elegir entre el Bàsquet Inca y el Aqua Mágica, que también flirtearon con la posibilidad de llegar a la elite hace poco más de una década, pero jamás llegaron tan lejos como la entidad de Guillem Boscana. Este Iberojet, como aquel Patronato, también se ha quedado con las ganas. A ver si a partir de ahora es otra historia.