La avaricia rompe el saco. Resulta del todo incomprensible que unos futbolistas millonarios caigan en la trampa de las apuestas. ¿Para qué? ¿Por qué exponerse a la vergüenza pública después de toda una vida dedicada al deporte? Es el caso del exmallorquinista Borja Fernández, que a sus 38 años se despidió entre lágrimas la semana pasada en un Valladolid que le ofreció un cargo. Si finalmente se demuestra su implicación y la de, entre otros, el exmadridista Raúl Bravo, todo el peso de la ley debe caer sobre ellos. En el deporte no debe haber sitio para los tramposos.
Opinión