Roa; Olaizola, Siviero, Marcelino, Miquel Soler, Engonga, Lauren, Ibagaza, Stankovic, Dani y Biagini. Un Mallorca para la mejor historia del centenario club. Esos once hombres se han ganado a pulso figurar con letras de oro al ser los protagonistas de la única final disputada por la entidad mallorquinista en su larga historia. Mañana se cumplen veinte años, dos décadas, de aquella final entre el Mallorca y el Lazio italiano, disputada en el Villa Park de Birmingham, un escenario que figura de por vida en el imaginario del aficionado mallorquinista. El resultado, 2-1 para los transalpinos, que confirmaron los pronósticos en el marcador final, pero no en el juego. El equipo de Héctor Cúper fue mejor durante muchas fases de la segunda parte y mereció algo más. Pero la calidad de los Vieri, Nedved y compañía decidió.

La final de la Recopa, la última de la historia, que disputaban los campeones de Copa de cada país -el Mallorca la jugó como subcampeón tras perder la final del año anterior ante el Barcelona en la tanda de penaltis-, fue una gran expresión de mallorquinismo. Más de ocho mil aficionados se concentraron, por tierra, mar y aire, en el vetusto estadio del Birmingham, que rugieron cuando Dani, a los diez minutos, igualaba el gol que Vieri había transformado tres minutos antes.

El Mallorca de Cúper estaba de moda. El entrenador argentino, fichado del Lanús argentino en 1997, con el equipo recién ascendido a Primera, fue la sensación del fútbol español con el de Chabas en el banquillo. Un quinto y un tercer puesto en la Liga convirtieron al Mallorca en el equipo de moda, y se ganó el cariño de toda la afición española en la final de la Copa del Rey que perdió en la tanda de penaltis ante el Barcelona en 1998. La Supercopa ganada en agosto fue un consuelo, el segundo título en la historia del club tras la Copa del Rey de 2003.

El Mallorca, que en el camino hasta su única final europea apeó al Hearts escocés, al Genk belga, al Varteks croata y al Chelsea en semifinales, partía como víctima. Pero fue un rival incómodo para la Lazio, como lo fue siempre el Mallorca de Cúper ante cualquier rival que tuviera enfrente. Era el del argentino un equipo con personalidad. Si delante estaban jugadores de la calidad de Vieri, Nedved, Almeyda, Mancini o Salas, el Mallorca contaba con el internacional argentino Roa bajo palos, Ibagaza, Dani, Engonga y Lauren, entre otros. No tan renombrados como los italianos, pero que formaban un grupo solidario y honesto como ningún otro.

Al gol de Vieri a los siete minutos, que sorprendió a Roa adelantado, respondió Dani García Lara -traspasado a final de temporada al Barcelona por doce millones de euros de la época- tres minutos después. La igualada no se deshizo hasta el minuto 83, cuando Nedved aprovechó una indecisión de la defensa rojilla para marcar el gol de la victoria. No había tiempo para reaccionar. El mazazo fue enorme porque la prórroga ya se tocaba con las manos. El presidente Guillem Reynés, acompañado del propietario del club Antonio Asensio, reflejaban en su rostro la decepción por otra final perdida, pero orgullosos de sus jugadores, que cayeron con la cara alta.

Supuso aquella final el último capítulo de la mejor época del club. Pocas semanas después se hizo oficial la marcha de Cúper al Valencia y la salida de algunos de los mejores jugadores. Pero la final de Birmingham quedará como uno de los mayores hitos en la historia del Mallorca. Un millar de aficionados recibieron al equipo en el aeropuerto, igual que un año antes tras perder la final de la Copa del Rey en Valencia, como si hubieran ganado. Paco Soler, que estaba en el banquillo de Villa Park, no ha olvidado todavía el momento de la llegada a Palma. "Fue impresionante. Ponía los pelos de punta", recuerda el que fue jugador rojillo y campeón olímpico en Barcelona'92.