De nuevo ha sido un visto y no visto para Rafa Nadal. Como lo fue ante De Miñaur en dieciseisavos o frente a Berdych en cuartos. El mallorquín se calsificó ayer para las semifinales del Abierto de Australia al derrotar al joven norteamericano Frances Tiafoe por 6/3, 6/4, 6/2 en menos de dos horas, en un partido con muy poca historia.

El campeón de diecisiete grandes no tuvo rival en el jugador de Maryland, todavía muy verde para enfrentarse a un tenista de otra dimensión. Le espera en la antesala de la final el griego Stefanos Tsitsipas, que se ha deshecho de Roberto Bautista en cuatro sets.

Nadal jugó prácticamente perfecto. Excelente en el servicio -hasta once saques directos- y rápido de piernas, el manacorí ha disputado un partido impecable, que le debe llenar de moral para afrontar las semifinales y una posible final ante el serbio Novak Djokovic, el gran favorito en la otra parte del cuadro, y del torneo con permiso de Nadal.

El isleño, que aspira a su segundo título en Australia después del conseguido en 2009, empezó como un meteoro. A las primeras de cambio rompió el servicio de su rival, dejando claro a Tiafoe que si quería ganarle debería sudar de lo lindo.

Únicamente peligó su servicio en el cuarto juego del segundo set cuando Tiafoe disfrutó de dos pelotas de break. Pero fue un espejismo porque sobre la pista solo hubo un jugador, el número dos del mundo. Uno de los secretos de la enésima resurrección de Nadal hay que encontrarlo en su servicio, muy mejorado con respecto a la pasada temporada. Carlos Moyá ha trabajado esta suerte del juego y el de Manacor ha aumentado cinco kilómetros por hora su servicio y ha subido su porcentaje de puntos ganados en un diez por ciento con su primer saque. El resultado, once 'aces' y unos cuantos puntos más de saque directo.

Nadal llega a su trigésima semifinal en un grande -se queda a una del mítico Jimmy Connors- con muy poco desgaste, fresco como pocas veces se le ha visto. Y esta era una de las claves para que sus opciones en el torneo aumentaran. Son demasiadas las veces que el tenista de Manacor ha llegado a finales de Grand Slam, sobre todo en Melbourne y US Open, agotado por la larga duración de sus partidos. Pero esta vez no es igual. Todavía no ha cedido ni un solo set, lo que demuestra no solo su gran estado de forma sino también la gran superioridad sobre sus rivales. Ha cometido 23 errores no forzados, tal vez demasiados en un partido en el que no pasó por ningún apuro. Pudo ser la relajación que por momentos se instaló en su juego ante la poca resistencia de su rival, que cometió 34 errores no forzados.

Ayer por la mañana -noche en Melbourne- volvió a demostrar que su derecha desde el fondo de la pista le funciona a la perfección. Ajusta las pelotas al máximo. En nigún momento se vio apurado por un rival que bajó los brazos demasiado pronto. Tiafoe, la gran esperanza norteamericana, falto de ídolos desde la retirada de Andy Roddick, no supo nunca cómo meterle mano a su ilustre rival.

El jueves, a las nueve y media de la mañana, le espera Tsitsipas, al que ha ganado las dos veces que se han enfrentado, las dos el año pasado, en la tierra batida del Godó (6-2, 6-1) y en la pista dura de Toronto (6-2, 7-6). Aunque el griego que se encontraá Nadal es muy diferente. Un jugador pletórico de moral porque ha dejado en el camino al vigente campeón Roger Federer y a una de las grandes revelaciones del torneo, Roberto Bautista. Nadal se encontrará a un jugador que sube a la red continuamente, que busca puntos rápidos e intenta cortar el ritmo del rival. Nadal lo sabe y seguro que ya sabe cómo contrarrestar su juego.

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