A Fernando Alonso aún le quedan muchas curvas por tomar antes de decir un adiós definitivo. El ovetense acaba de confirmar que la próxima temporada no correrá en el mundial de Fórmula 1 pero, regrese o no alguna vez al "Gran Circo", seguirá dando mucho que hablar. Lo dejó claro con su exhibición en la última edición de las 24 horas de Le Mans. Su victoria y la forma de conseguirla engrandecen la leyenda de uno de los grandes de la historia del motor.

Sea como sea, vuelva o no, lo que nadie se atreve a poner en duda es que el piloto asturiano tiene asegurado un hueco privilegiado en el olimpo de la Formula 1, por los éxitos acumulados y por la forma en que los ha logrado. Un piloto valiente que ha dejado carreras que los buenos aficionados nunca olvidarán. Sus exhibiciones bajo la lluvia aún siguen en la retina de todos ellos.

Los años dorados de Alonso fueron 2005 y 2006, cuando se proclamó por dos temporadas consecutivas campeón del mundo de Fórmula 1, algo que ningún otro español había conseguido nunca. Al volante de su Renault, un chico de Oviedo derrotaba nada menos que a Michael Schumacher. El joven asturiano le torcía el brazo al piloto más laureado de la historia.

Alonso había conquistado los cielos y se había convertido a raíz de ello en un icono en todo el mundo. El Premio Príncipe de Asturias de los Deportes de 2005 sirvió para fijar la relevancia de un deportista que había roto todas las barreras que se le habían puesto por delante. Un premio que le llegó en su tierra. Y es Alonso se había convertido en uno de los personajes más relevantes de Asturias. Un ovetense universal.

El piloto llegó a cumplir un sueño como es el de estar a los mandos de un Ferrari. Un sueño que no pudo redondear sumando un nuevo título mundial, algo de lo que se quedó muy cerca en 2010. Entonces, con todo a favor en la última carrera, en el Gran Premio de Abu Dabi, una séptima plaza le arrebató un campeonato que llegó a rozar con la yema de los dedos.

Alonso ha seguido siempre muy ligado a su tierra. El circuito de kart que lleva su nombre en La Morgal es buena prueba de ello. Ahí se encuentran algunos de los monoplazas que ha conducido, retazos de la historia de un piloto al que aún le espera mucha gloria por saborear pero que camina con la tranquilidad de alguien que no tiene ya nada que demostrar.