La lucha por el Abierto de EE.UU. (27 de agosto al 9 de septiembre), cuarto y último Grand Slam de la temporada, se prevé más abierta que nunca, tras el triunfo del serbio Novak Djokovic en Wimbledon y su entrada de nuevo en el grupo de los diez mejores del mundo, con las uñas perfectamente afiladas ya. El serbio se ha ganado por derecho propio ser uno de los principales rivales de Nadal en su defensa del último Grand Slam del año.

Su victoria ante Rafel Nadal en semifinales, y contra el surafricano Kevin Anderson en la final del All England Club han lanzado al tenista de Belgrado que ha regresado "al puesto que se merece", como señaló en Church Road el argentino Juan Martín del Potro.

Y Djokovic lo ha hecho de forma triunfal, y como en una película de Hollywood, regresando después de pasar por un infierno, y convencerse asimismo que era posible.

Todo comenzó tras pasar por el quirófano a principios de febrero, y confirmarlo poco después cuando un cierto oscurantismo se cernía sobre su operación. 'Nole' dijo públicamente que efectivamente había sido operado del codo derecho para sanar una lesión que le había mantenido fuera de las pistas seis meses en la temporada pasada, desde los cuartos de final de Wimbledon, y que le había molestado en los últimos dos años.

"Echaba de menos competir y probé en el Abierto de Australia. Después acordé con mi equipo seguir otros métodos tras este torneo hasta que hace unos días acepté someterme a una pequeña intervención médica en el codo", dijo entonces en un comunicado. "Parece que estoy en el buen camino ahora para recuperarme completamente. Soy optimista y ansioso por llevar a cabo la recuperación y para volver al lugar que más amo, la cancha de juego".

Djokovic reapareció en el Abierto de Australia, pero cayó en octavos contra el coreano Hyeon Chung. Ahí, con dolores de nuevo, decidió parar y no regresar hasta Indian Wells, pero ni en este Masters 1.000, ni en el siguiente de Miami logró resolver sus dudas y cayó a las primeras de cambio contra el japonés Taro Daniel y el francés Benoit Paire, respectivamente.

Había que tomar decisiones drásticas y lo hizo, porque la temporada de tierra batida se acercaba. Primero, volvió a sus orígenes, contratar de nuevo al eslovaco Marian Vajda, su entrenador de siempre, y dejarse ya de probaturas con el alemán Boris Becker, el croata Mario Ancic y el estadounidense Andre Agassi. Rebajó además el peso de su raqueta para que su codo soportara menos la tensión, y estuviera más tranquilo, y también él perdió algunos kilos.

Y ya en Montecarlo, solo el austríaco Dominic Thiem en octavos fue capaz de pararle (6-7, 6-2 y 6-3). Pero le faltaban partidos y decidió pedir una invitación para el Conde de Godó en Barcelona (cayó contra Martin Klizan en segunda ronda). Tampoco brilló en el Mutua Madrid Open (venció en primera al japonés Kei Nishikori y cedió en segunda contra el británico Kyle Edmund). No obstante, en Roma ya se puso las pilas.

En el Foro Itálico, solo Nadal, a la postre ganador de su octavo título allí, sería capaz de detenerle en semifinales por 7-6 y 6-3. Estaba ya preparado, luchando y con fuerza, su cuerpo comenzaba a tener más velocidad y sus golpes, potencia.

Le faltaban victorias seguidas, eso sí, pero llegarían después en Roland Garros donde logró los cuartos (cayó ante el sorprendente italiano Marco Cecchinato).

Pisando ya tapete verde en Londres, únicamente Cilic fue capaz de batirle en la antesala por antonomasia de Wimbledon, en la final de Queen's (5-7, 7-6 y 6-3). "Cilic ganó pero Djokovic fue mejor", diría luego Nadal en Wimbledon. Estaba ya con el punto de mira totalmente centrado.

Djokovic ha hecho ya los deberes. Su victoria en Wimbledon le sitúa décimo, a escasos 310 puntos de Dominic Thiem. Regresando al grupo del 'top ten' después de haber estado el 22 en mayo de este año quedando fuera de los 20 primeros, por primera vez en 11 años, y apuntando ahora a Nueva York, donde Nadal defiende título, y el serbio ganó ya en 2011 y 2015.

Además tiene ya en su bolsillo, aunque no oficial aún, plaza para las Finales ATP (Masters), uno de los objetivos que todo gran jugador apunta en su agenda a principios de año. En el torneo del O2, del 11 al 18 de noviembre, tiene plaza por ser ya campeón de un Grand Slam esta temporada, como Federer por triunfar en el Abierto de Australia y Nadal en su 11º Roland Garros, aunque en su caso debe mantenerse entre los diez primeros hasta entonces.