Rafel Nadal deberá remontar este mediodía (14 horas/Movistar) si quiere estar mañana en la final de Wimbledon. El partido, tras casi tres horas de una pelea descomunal en la pista, se interrumpió a las once de la noche con victoria parcial de Novak Djokovic por 6/4, 3/6, 7/6(9).

Desde la primera pelota se vio que ambos irían a por todas, conscientes de que se les abría de nuevo una oportunidad única para volver a ganar Wimbledon tras la sorprendente eliminación de Federer. Y, además, teniendo en cuenta que enfrente habrá un rival, Anderson, que llegará tras casi siete horas en la pista para plantarse en el partido decisivo.

Con la pista cubierta y con luz artificial, tanto Nadal como Djokovic ofrecieron lo mejor de su repertorio, que es mucho y bueno. Al de Manacor le costaba mantener su servicio. Sufría demasiado, tanto que en el séptimo lo perdió para dejar el set en bandeja a su rival. En cambio, Djokovic servía con eficiencia, y al resto, una de sus mejores armas, estaba imperial. Nadal tenía que pelear cada punto a cara de perro. Djokovic ha vuelto para quedarse tras dos años en el cuarto oscuro.

En el segundo parcial el campeón de diecisiete grandes puso una marcha más. El partido estaba peligroso. Golpeaba a la pelota con más fuerza, si es que eso era posible, y buscaba más los ángulos, encontrándolos la mayoría de las veces. Seguía teniendo problemas con su servicio -superó dos pelotas de break en el tercer juego-, pero en el siguiente, y tras una hora y doce minutos de partido, Nadal conseguía romper por primera vez el servicio de su rival. Pero le duró poco la alegría al mallorquín porque en el siguiente juego lo volvía a perder en un revés cruzado de Nole que levantó al público de sus asientos. De nuevo las fuerzas igualadas. Sin embargo, si una virtud tiene Nadal es que es persistente. Y en el sexto juego volvió a romper para ponerse con un 4-2 que resultaría definitivo para la suerte del set, que se lo adjudicaría por 6-3. Tras casi hora y media de partido, las fuerzas seguían igualadas y con todo por decidir.

En el tercer parcial, más espectáculo, que hacía las delicias de los aficionados que llenaban la central de Wimbledon. Un auténtico lujo para la vista, un acontecimiento de primera magnitud. Por primera vez ninguno rompió el servicio del rival, por lo que se llegó a la inevitable muerte súbita. La tensión se palpaba en el ambiente y en el rostro de los jugadores. En el desempate siguió la mejor versión de los dos gladiadores, no apto para corazones delicados. Cuando Djokovic se puso 5-3 parecía prácticamente definitivo. Pero no cuando Nadal está al otro lado de la pista. Sumó tres puntos de forma consecutiva para ponerse 6-5. El desempate era un recital de dejadas, ahora de Nadal, ahora de Djokovic. El mallorquín dispuso de una pelota de set con 7-6, pero la dejó escapar. El serbio rompió el servicio de su ilistre rival con una dejada que dejó helada la Central Court. Dispondría el de Manacor de una segunda pelota de set, pero volvió a fallar. Quien no lo hizo fue Djokovic quien, tras romper el servicio de Nadal, no falló con su saque.

Todo está por decidir, pero está claro que Nadal deberá echar el resto para doblegar la resistencia de un Djokovic resucitado y recuperado para la causa. En cualquier caso, pase lo que pase hoy, para la historia quedan los tres sets de ayer. Indescriptibles e inolvidables.