Salió cruz para Nadal. Como podría haber salido cara. Porque esto es lo que fue la semifinal que han disputado el mallorquín y Djokovic, una moneda al aire en la que el serbio se llevó la mejor parte. Djokovic supo mantener la calma en el tramo final del partido y se mostró más certero en sus golpes.

Nadal ha comprobado en esta semifinal que Djokovic ha vuelto para quedarse, y parece que definitivamente. Ha estado a un nivel sideral, inconmensurable todo el partido, y su victoria tiene más mérito porque la ha obtenido ante un gigante en el otro lado de la pista, un fuera de serie que no ha bajado los brazos hasta que la última pelota del partido se fue fuera de la línea. Si no pasa algo extraordinario, el balcánico conquistará hoy ante el sudafricano Kevin Anderson su cuarto título en Wimbledon y el decimotercer Grand Slam de su carrera. Nadal, por su parte, ha perdido una gran oportunidad de sumar su tercer título en la hierba londinense, tras los logrados en 2008 y 2010, que hubiera sido el decimooctavo grande y la posibilidad de presionar a Federer, que lidera el ránking de grandes torneos con veinte. En cualquier caso, Nadal se puede ir satisfecho de su papel aquí porque ha estado a un gran nivel y solo ha sido tumbado por un superclase.

La reanudación del partido interrumpido a las doce de la noche del viernes con dos sets a uno para Djokovic fue tan brillante e intensa como los tres primeros parciales. Fueron dos horas y media de un tenis superlativo, estratosférico, con los dos jugadores dándolo todo en la pista para delicia de una afición entregada con los dos protagonistas, aunque un poco más con Nadal. Cada vez que el de Manacor sumaba un punto de los que cortan la respiración, y hubo unos cuantos, aumentaban los decibelios de la Central Court, cubierta de nuevo por una norma no escrita en el reglamento y que provocó el enfado de Nadal.

Entró a la pista el número uno dispuesto a morder, mostrando sus cartas sin complejos. No le quedaba otra porque estaba más cerca que Djokovic de la eliminación. El primer juego, con servicio de Nadal, se ha prolongado durante quince minutos, un cuarto de hora soberbio por las dos partes, en el que ambos han desplegado su amplia gama de golpes. En este primer juego se contaron seis deuces, dos grandes servicios, tres paralelos y una volea de Nadal ante un rival que ha dispuesto de dos pelotas de rotura. La conquista del punto ha dado alas a Nadal que, en el seguiento juego ha roto el servicio del balcánico con una impecable subida a la red. El mejor jugador de la historia sobre tierra tiene tantos recursos, es tan completo, que en la hierba se adapta como pocos. En el capítulo de subidas a la red ha ganado con suficiencia a su rival. Tras conservar en blanco su siguiente turno de saque, Djokovic ha encadenado tres juegos para igualar a tres. Pero en el octavo Nadal ha vuelto a romper. La reacción de Djokovic al perder su servicio -impactó hasta cuatro veces la raqueta contra su pie izquierdo en un gesto de rabia- da una idea de la tensión que se vivía en la pista. Pero no se lo iba a poner fácil el serbio a su rival. Se ha puesto 0-40 con servicio de Nadal, pero este ha sacado a relucir su mejor versión con su saque y le ha dado la vuelta, con suspense incluido porque ha sido el ojo de halcón el que dha determinado que la última pelota del isleño había entrado.

Casi una hora después de reanudado el encuentro las cosas estaban como al principio. Todo se iba a decidir en un set, el último, eléctrico como los cuatro anteriores y majestuoso por parte de ambos. Los dos jugadores conservaron, con más o menos apuros, sus servicios, con puntos sensacionales, de los que se guardan en la retina durante mucho tiempo. Como el primero del cuarto juego, con golpes de todos los estilos desde ambos lados de la pista que han levantado al público de sus asientos y que ha acabado con una dejada de Nadal tan brillante como emocionante. Nadal servía bien, pero Djokovic hacía tiempo que era el de los mejores tiempos. Así y todo, el ganador de diecisiete grandes ha dispuesto de sus primeras pelotas de rotura en el noveno juego, respondidas con dos grandes saques de su rival. En el suguiente, con 0-30 para el de Belgrado, Nadal le ha dado la vuelta con dos saques directos y dos aces. Así fue el partido. En los momentos de mayor compromiso, se sacaban uno o varios ases de la manga en una demostración solo reservada a los grandes campeones.

En el decimoquinto juego, con 7-7, Nadal tiró por la borda otras tres pelotas de rotura. El partido era un sube y baja de emociones, a cuál más fuerte. En el siguiente juego Nadal levantó una pelota de partido con una dejada y rematando con un ace. El desenlace parecía cerca. Y no pintaba bien para el mallorquín, que pelota a pelota comprobaba que desde el otro lado de la pista le llegaban todas. Nadal perdió el partido con su servicio en blanco al lanzar una pelota fuera. Una lástima porque su victoria no hubiera sido injusta, como no lo es la de Djokovic. Los dos ofrecieron un regalo para la vista. Espectáculos de esta dimensión no deberían acabar nunca.