Magaluf volvió a ser el mejor bastión inglés para animar a los Three Lions, donde más de 1800 anglosajones coparon unos de los enclaves de la zona de Calvià. Punta Ballena respiraba convicción de ser un día grande para recordar, pero la prórroga fue enemiga total de Inglaterra, y Croacia despertó en el mejor momento y remontó cuando más dolió a unos aficionados ingleses que veían en las tres pantallas gigantes el final de un Mundial que pudo haber sido histórico.

El comienzo de la noche en Punta Ballena fue mejor imposible, cuando el lateral Trippier, en el primer disparo del partido a balón parado, quitó las telarañas de la portería de Croacia. Entonces Magaluf estalló en tromba, la cerveza tocó el cielo y los gritos colapsaron los altavoces. Tom Laight, un joven de Nottingham, se dejó la voz en el gol y parte de su camiseta por el camino, bailando tras el tanto de Inglaterra sin los cristales de sus gafas. "Si ganamos la final será lo mejor que me habrá pasado en mi vida", señaló Tom colmado de emoción.

En la segunda parte llegó el empate de Croacia, un gol que disminuyó los decibelios en Magaluf. Igualmente, Jeff Lowell, todo un señor de Londres que desentonaba entre la montonera de jóvenes anglosajones, auguraba un final de alegría inglesa. "Estoy muy emocionado porque hemos llegado hasta aquí y no lo lográbamos desde hacía más de veinte años", afirmó Jeff, confiado en su selección, ya que es un grupo "joven y con mucho talento"

Sin embargo, se agotó el tiempo reglamentario con un run-run entre los ingleses que no hacía presagiar buenas noticias. El combinado anglosajón se iba quedando sin gasolina mientras que los croatas cada vez más se gustaban achicando a su rival.

Las piernas pesaban y las caras de los ingleses terminaron de descuadrarse por completo cuando el jugador de la Juve Mandzukic le cogió la espalda al central Stones y fusiló la portería del guardameta Pickford. Quedaban seis minutos. Magaluf enmudeció entre lágrimas.