Estamos acostumbrados a escuchar aquello de que fútbol y política no deben mezclarse. Hay quien asegura que son dos conceptos que no deben compartir nada y que en una masa social hay gente de ideas dispares, pero es imposible porque en el fútbol cabe todo en materia de ideas políticas, razas y religiones, y un Mundial es el mejor ejemplo. El fútbol, como lo demuestra una fase final de un Campeonato del Mundo, es una manifestación social tan multitudinaria que representa a tanta gente de tantos lugares y tan distintos que es imposible que no tenga connotaciones políticas porque tanto el propio fútbol como la política son la máxima representación de las personas que piensan, actúan y se manifiestan de manera libre.
Y en esa fusión entre fútbol y política que van de la mano, ya me he encontrado en este Mundial con varios casos dignos de mención. Casi 500 ultras rusos ya están 'fichados' en la lista negra según el Departamento de Seguridad Regional de Moscú y otros países ya han entregado informes propios. Además se le ha retirado el pasaporte a más de mil ultras ingleses para evitar su entrada en Rusia, con controles en aeropuertos y puertos para evitar desplazamientos.
El exinternacional alemán Stefan Effenberg insinuó que la Federación Alemana debería expulsar a sus jugadores Gündogan y Özil, de origen turco, por fotografiarse con el presidente turco Erdogan. Y esto sí que es política, y de la mala, claro.
Más política de la mala: Francia prohíbe las pantallas gigantes por aquello de la amenaza terrorista. Por cierto, la misma Francia que en el año 1998, desde un sector determinado, no se sentía partícipe de su selección campeona del mundo por tener jugadores de origen árabe (Zidane, Djorkaeff) o de raza negra (Vieira, Desailly, Thuram, Karembeu). Como verán ya ni cito los tradicionales pitos a Piqué, o las 'dudas' de toda la vida con futbolistas catalanes y vascos en España. ¿De verdad creen que el fútbol y la política no van de la mano?
