Sentado en el primer asiento de la primera fila del palco de familiares, en el mismo sitio donde durante trece años se ha ubicado Toni Nadal, Carlos Moyá (Palma, 1976) dejó salir toda la tensión acumulada durante los quince días de torneo y celebró por todo lo alto el undécimo título de Rafel Nadal, su pupilo desde comienzos de año tras el anuncio de la retirada del tío del tenista, dedicado ahora de lleno a la Rafa Nadal Academy. Era su segundo entorchado en la tierra parisina, ahora como entrenador, después del que consiguiera en 1998 como jugador -el jueves se cumplieron veinte años- al derrotar en la final a Álex Corretja. Fue su único grande como tenista, aunque un año antes, con veinte primaveras, alcanzó la final del Abierto de Australia, que perdió ante el norteamericano Pete Sampras. Había nacido la 'moyamanía'.

No era para menos. En su primer año como entrenador de su amigo y antes rival en la pista -se enfrentaron en los cuartos de final de Roland Garros en 2007, con triunfo de Nadal, entonces con 21 años recién cumplidos, por 6/4, 6/3, 6/0-, ha logrado lo que parecía más difícil, hacer que todo continúe como si nada hubiera cambiado. Y qué mejor que sumar el undécimo título en el Bois de Boulogne, que sabe a gloria por lo mucho que ha costado, con partidos difíciles como ante Bolelli en primera ronda, donde a punto estuvo de ceder un set, y, sobre todo, contra Schwartzman, contra el que cedió su primer parcial en París desde el 3 de junio de 2015, cuando cayó ante Novak Djokovic, en su segunda derrota en París. Los nervios eran palpables en Moyá cuando el argentino se anotó el primer set sin mácula alguna.

Toni Nadal ha dejado a su sobrino en las mejores manos, un exnúmero uno, campeón en París y ganador de la Copa Davis junto a Nadal en 2004. No son pocos los que achacan a Moyá un excesivo conformismo en su época de jugador, que tenía calidad de sobra para haber ampliado su palmarés. Pero también es verdad que son pocos los que pueden presumir de un palmarés como el suyo.

Moyá y Nadal comparten experiencias y son amigos. El palmesano ha traído nuevas formas de entrenamiento y el cambio no está resultando traumático porque la transición se está llevando a cabo con la máxima naturalidad. Moyá ha traído consigo una nueva forma de trabajar, más tranquila, más reposada, como es él, aunque viéndole en la grada viendo a su pupilo nadie lo diría. Es puro nervio, no para de hablar con el agente del jugador, el extenista Carlos Costa.

La complicidad entre Moyá y Nadal se percibe a primera vista. Se buscan con la mirada prácticamente en cada punto. Fue evidente en los peores momentos, y hubo muchos, del partido de cuartos ante Diego Schwartzman. Nadal buscaba soluciones en Moyá, pero no parecía encontrarlas. Hasta que el parón por la lluvia, y en la tranquilidad del vestuario, ambos dieron con la tecla para darle la vuelta a un duelo complicadísimo, en el que estuvo contra las cuertas.

Moyá, que se retiró del circuito profesional con veinte títulos en su palmarés en noviembre de 2010, a los 34 años, por una lesión de cadera de la que fue intervenido quirúrgicamente, fue capitán del equipo español de Copa Davis antes de integrarse en el equipo de Nadal. Casado con Carolina Cerezuela, con la que tiene tres hijos, Carla, Carlos y Daniela, su lema es: "Si trabajas en lo que te gusta no trabajarás ni un solo día de tu vida". Y siente que lo cumple a rajatabla.

46

Nadal conquista su undécimo Roland Garros