Hubo muy poca historia en la reanudación del partido entre Rafel Nadal y Diego SchwartzmanRafel Nadal y Diego Schwartzman. Toda la que quiso el tenista de Manacor, que dio un auténtico recital en la pista central para llevarse el partido por 4/6, 6/3, 6/2, 6/2 en tres horas y 42 minutos. Fue el de ayer el Nadal de las grandes ocasiones, el que no falla en los momentos clave, y el que pasa por encima de sus rivales. En 103 minutos de reanudación, Nadal le endosó un parcial de 13-4, una auténtica barbaridad. Mientras Nadal hablaba en rueda de prensa, todavía no conocía su rival. Poco después se supo que sería el argentino Juan Martín del Potro, que se impuso al croata Marin Cilic en cuatro sets. El encuento entre el tenista de Manacor y el de Tandil comenzará no antes de las 15.30 horas (Eurosport), inmediatamente después de la otra semifinal masculina que disputará, a partir de las 13 horas, el austriaco Dominic Thiem y el sorprendente italiano Marco Cecchinato.

De inmediato comprobó Schwartzman que le esperaba una auténtica tortura y que, posiblemente, ni su mejor repertorio, ofrecido a raudales el miércoles, le iba a bastar para batir a su ilustrísimo rival. Nadal empezó concentrado y dispuesto a sumar por la vía rápida los dos puntos que le faltaban para anotarse el primer set después de que el miércoles se suspendiera con 5-3 y 30-15 favorables a él en el segundo parcial. Dicho y hecho.

Con el partido igualado, empezaba uno nuevo. Al mejor de tres sets, como si no estuviéramos en un torneo de Grand Slam y sí en un Masters 1.000, como el de Madrid, donde se vieron las caras el pasado mes de mayo con victoria clara del mallorquín. Schwartzman necesitó cuatro minutos para sumar el primer punto, en el primer juego del tercer set, en el que acabó perdiendo su servicio. Y seis más para anotarse el segundo, es decir, diez minutos para sumar dos puntos. Muy poco botín para intentar hacer daño a Nadal, que en un visto y no visto vio cómo el marcador reflejaba un 5-1 gracias a un servicio descomunal -ganó dos juegos en blanco y un tercero dejó al argentino a 15- y una intensidad que se echaba de menos el miércoles. Movió al de Buenos Aires de lado a lado de la pista. Los resoplidos de Schwartzman eran evidentes, al igual que sus gestos de no entender nada de lo que le llegaba del otro lado de la pista. Como suele ocurrir, a Nadal le costó cerrar el set. Tuvo que superar cuatro pelotas de break, y fue en ese último juego cuando se vieron los mejores puntos. Resultó espectacular el intercambio de golpes entre los dos en el fondo de la pista, ganado por Nadal, que resolvió la tercera pelota de rotura con una dejada que levantó al público de sus asientos. De cualquier otro jugador se hubiera pensado que era una acción suicida, pero no en Nadal.

Con ventaja en el marcador, la consigna de Nadal era la misma, mantener la intensidad, conseguir que el partido fuera un infierno para su rival y evitar así cualquier posibilidad de que se le subiera a las barbas. En el tercer juego, el campeón de dieciséis grandes le rompió el servicio en blanco, y en el quinto consiguió su segunda rotura para un 4-1 que parecía definitivo. No había nada que temer. El servicio le funcionó a la perfección pero, al igual que ocurrió en la segunda manga, a Nadal le costó cerrar el set y el partido. Así, se vio obligado a superar tres pelotas de rotura y, a la segunda pelota de partido, levantó los brazos en señal de victoria.

El de ayer es un triunfo que le debe proporcionar altas dosis de moral por la forma en que ha llegado. Con sufrimiento, con tenacidad, remontando un set inicial nefasto acompañado de una gran dosis de fortuna por el parón por la lluvia que, como en la final de Roma ante Zverev, volvió a ser su mejor aliada.

Nadal se ha clasificado para su undécima semifinal en Roland Garros, la 28 de su carrera en torneos de Grand Slam. Y esta tarde le espera Del Potro, que se deshizo de Cilic en cuatro sets (7/6(5), 5/7, 6/3, 7/5. A Nadal le espera otra batalla épica ante un jugador que solo las lesiones le han impedido que su palmarés luzca más de lo que lo hace. Es un jugador muy peligroso, con un brazo derecho que es lo más parecido a un mazo. Es el penúltimo reto a superar por Nadal en busca de su undécimo título en Roland Garros.