Para el Mallorca fue el derbi de la pasión, un partido que respondió desde el pitido inicial a las expectativas y que no decepcionó a nadie. Ha valido la pena esperar 37 años para ver un duelo de estas características, en una matinal festiva porque todo el mundo contribuyó, desde los jugadores hasta las dos aficiones, ambas de diez. Fue un partido en el que hubo de todo, pero sobre todo goles, que reza el tópico que es la salsa del fútbol. Los hubo de todos los colores y con un tiempo para cada equipo. La primera parte para el Atlético Baleares, que se la llevó porque fue mejor, porque entró al partido más centrado, con las ideas más claras y esperando su momento. Que llegó.

Fue en el minuto 40, cuando un centro aparentemente inofensivo de Biel Guasp desde el vértice del área, templadito, no lo tocó nadie y se coló en la portería de Reina. Al portero le despistó Pedraza que, cuando pudo haber despejado sin problemas de cabeza, se agachó y despistó a todos. Júbilo en la afición del Atlético Baleares, ubicada en uno de los fondos; silencio absoluto entre los hinchas mallorquinistas, que se encontraban en el peor de los escenarios.

No se puede decir que el conjunto de Melgarejo se fuera a los vestuarios con ventaja de forma inmerecida. Los primeros 45 minutos fueron suyos durante la mayor parte del tiempo, a excepción de cinco minutos, del 28 al 33, en los que el Mallorca apretó de lo lindo. Hasta en tres ocasiones Álex López tuvo el gol en sus botas, también el debutante Aridai, e incluso Raíllo, que remató alto un saque de esquina de Bonilla cuando el gol ya se cantaba.

En la segunda parte cambió el decorado de arriba abajo. El Mallorca salió del vestuario transformado, dispuesto a impedir que su rival se creciera con el paso de los minutos. En el 48 empató. El gol fue de Aridai, pero gran parte del mérito hay que otorgárselo a Sastre. El lateral de Porreres se hizo con el balón y empezó a superar a cuanto rival le salía al paso. Hasta que disparó a puerta y el balón se estrelló en el poste derecho de la portería de Aulestia. El rebote le llegó al debutante, que no se lo pensó dos veces y disparó a gol. El estadio enloqueció. Moreno no hubiera soñado con un mejor inicio de segunda parte.

El gol dio alas al Mallorca y empequeñeció al Atlético Baleares, que desapareció, noqueado como estaba. Los locales se pudieron adelantar poco después, de nuevo en una gran jugada de un desatado Sastre. Su centro se paseó delante de la portería balearica sin que nadie acertara a tocar el balón. El gol que ponía en ventaja a los rojillos llegaría en el minuto 57 en un gran remate de Salva Sevilla fuera del área.

Empezaba un nuevo partido con media hora por delante. El equipo de Melgarejo parecía tocado. Parecía. Porque un cuarto de hora después, con el Mallorca dueño absoluto del partido, un saque de esquina fue cabeceado sin oposición por Sergio Sánchez, que se elevó sobre la nube de jugadores que rodeaban a Reina. Poco le duró la alegría a los blanquiazules, que vieron cómo solo un minuto después Álex López cabeceaba a gol un centro de Aridai, los dos mejores hombres del partido. El fútbol hizo ayer justicia con el delantero catalán, un incordio para la defensa balearica. Mereció marcar antes, pero se llevó el premio del gol que dio los tres puntos al Mallorca y, de paso, rompía la racha de seis jornadas sin ganar. Hubo tiempo para más emoción, cuando, con el tiempo cumplido, Kike López lanzó a las nubes una falta al borde del área.

Fue un mega derbi con mayúsculas, en el que hubo de todo: pasión, goles, emoción, pelea y también deportividad, en los jugadores y en la afición de uno y otro lado. Una fiesta del fútbol que celebró el que más lo mereció.

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