Y así lo ha reconocido Mir, cuando ha contado que "cuando empezó a chispear, he pedido a Dios que dejase de hacer, 'aún no, aún no'. Y me ha hecho caso. Luego, cuando he pasado líder tras la vuelta 15, la que ya podía ser suspendida la carrera y yo salía campeón, le he pedido a Dios que, entonces sí, cayese el diluvio, que cayese la del pulpo, y también me ha hecho caso. Todo ha ido perfecto".

Todos los que conocen a Mir dicen que es un ser encantador, el hijo que todos quisiésemos tener, el hermano ideal, el novio perfecto para nuestra hija y el amigo que todos soñamos. "Como es el piloto ideal para cualquier ingeniero, para cualquier jefe de equipo, para cualquier marca y para cualquier patrocinador", dice Massimo Vergini, coordinador del Leopard Racing, equipo con el que el mallorquín acaba de convertirse en campeón del mundo de Moto3, con los mejores números de la historia.

Hables con la familia, con el equipo, con su entorno, o con cualquiera de los 2.000 habitantes del 'paddock' del Mundial, la respuesta es siempre la misma: un muchacho sencillo, extraordinario, tremendamente educado, atento y que, si sigue así, marcará historia en el motociclismo. Y eso lo dicen el 95% de los expertos, de los técnicos, de aquellos que saben de esto mucho sobre el joven Joan Mir.

Mir, además, y eso conviene no olvidarlo, no nació para esto. Joan no es uno de esos niños que a los tres años le pide a los Reyes Magos ¡porque Joan sí cree en los Reyes Magos! una moto eléctrica "o una idéntica a la de Dani Pedrosa, que haga 'brummm' 'brummmm'". Ni hablar, Mir corría con todo y se divertía con todo, pero descubrió las motos, las carreras y su profesión cumplidos los 10 años. Ni uno solo de los 90 pilotos que hay en el Mundial, sumadas las tres categorías, empezó tan tarde a correr. Cuando Mir debutaba en cualquier campeonato o copa de promoción, los 25 pilotitos que le rodeaban llevaban ya dos, tres y hasta cuatro años corriendo. Y no les ganaba, pero casi. Acabó ganándoles a todos.

"Ya está, ya ha cumplido el sueño de su vida, ahora no sé qué le queda más", dice, entre sonrisas, papá Juan Mir, propietario, en Palma, de una tienda de skates y tablas de surf. "Quiero decir que cuando empezó a los 10 años solo quería ser campeón del mundo. Ya lo es. La verdad es que, en los dos últimos años, ha cambiado una barbaridad. He de reconocerlo, Joan era un niño inmaduro, algo infantil, de ahí, tal vez, su absoluta bondad. Muy deportista, eso sí, nada de sillónball, sino activo, jugaba a todo".

Es evidente que esas ganas de hacer cosas le convirtieron en un deportista total. Eso sí, la familia de Joan, por parte de padre, y de madre, Ana Mayrata, diseñadora de interiores, es muy deportista. "Nosotros hemos sido, y somos, muy apasionados de los deportes de motor, motociclismo, coches, motos de agua?.pero nunca competíamos hasta que Joan nos metió el gusano dentro", insiste Juan.

"Es curioso que sea tan bueno, tan rápido, tan listo, tan estratega, habiendo empezado tan tarde", dice su tío Guillermo, campeón de motos de agua, al que Mir adora. "Yo creo que haber llegado tan tarde, tan grande, tan maduro, a la competición le ayudó, a asimilar mejor todo lo que le decían y todos los consejos que le daban", señala el también padrino del campeón mientras su padre asiente con la cabeza.

Juan y Guillermo se sienten orgullosos de que su muchacho se haya ganado la atención, admiración y cariño de todos. Les cuento que, tal y como encajó el desastre de Motegi, es una demostración de lo buena persona que es. "No tiene doblez, créame, es un chico excelente. Natural, jamás ha fingido algo que no siente".

Si alguien puede hablar del entorno familiar de Joan Mir, ése es el abogado Paco Sánchez, una de las personas más influyentes en el 'paddock' del Mundial. Manager también de Maverick Viñales, Sánchez, que le lleva las cosas a los Mir, en plural, elogia que "sus padres, que hace mucho tiempo que están separados, se mantienen al margen de todo, lo que no significa que no estén interesados por la vida de Joan y, sobre todo, por saber quién le rodea y cómo se hacen las cosas que le afectan. Sobre todo vigilan lo más importante: que aquellos que trabajan con su hijo sean honrados". Es evidente que ni Javier, ni Ana, ni mucho menos Guillermo, quieren ser protagonistas de esta historia.

Joan es un muchacho muy extrovertido, de sonrisa fácil, permanente, muy en la línea de la que esboza constantemente Marc Márquez, es decir, verdadera, creíble, marca de la casa. Un muchacho, dicen, fácil de llevar. Supertrabajador, no deja de entrenarse en todo lo que tenga ruedas. "Y, como Marc, no se deja ganar ni en los entrenamientos, ni en la pachangas, ni en las tandas de vueltas", señala uno de sus mecánicos.

Ahí donde lo ven, Joan es un muchacho "terriblemente exigente" con la gente que trabaja con él. No quiere errores y les mete muchísima presión. "Como los buenos pilotos -señala un miembro del equipo Leopard Racing-, exige lo mejor de nosotros para que todo el mundo sea responsable y todos vayamos en la misma dirección".

"Es de lo mejorcito que he visto en el Mundial y llevo un montón de años aquí", insiste Sánchez. "Ya es campeón, sí, y de forma muy merecida, pues ha ganado ocho carreras, cosa que no ha conseguido nadie. Pero creo que no me equivoco si digo que aún no hemos visto todo su potencial, que es enorme. Muy inteligente en la pista, piensa mucho fuera y dentro del circuito. Gestiona muy bien todas las situaciones de carrera y comete pocos errores. En Japón le superó la situación, pero ese era un peaje que todo muchacho, sin experiencia, debe pagar. Hizo borrón y cuenta nueva en siete días y ahí está, campeón del mundo siete días después".

Si alguien puede fardar de haber convertido a Mir en un piloto campeón, ése es el ingeniero italiano Christian Lundberg, uno de los jefes de Leopard Racing. "Joan es valiente, tiene mucho talento. En esta categoría, donde todo el mundo muerde, donde, de pronto, hay doce o quince pilotos candidatos a la victoria, adjudicarte ocho carreras no es fácil y demuestra tu inmensa categoría. Ese es Joan Mir".

Lundberg reconoce que, el pasado año, Mir era un desastre. Bueno, era un desastre manejando las carreras, en estrategia y, sobre todo, era "malo, malo" porque, según cuentan en su equipo, "no hacía caso a nadie". Lundberg no tiene reparos en reconocerlo: "Iba a su bola. No sé, tal vez ante sus ojos no teníamos credibilidad y él se lo montaba por su cuenta. Y, claro, no le salían las cosas. Empezó a escucharnos y empezó a ganar. Y ahí, cómo no, cambió todo. Se convirtió en una esponja y se convirtió en campeón".

El técnico que ayuda a Mir a ser el mejor cree que el entorno familiar es el ideal, sobre todo "porque no buscan excusas. Lo que más frena la progresión de los jóvenes pilotos es que su entorno le facilite excusas para justificar sus errores. La forma más rápida de avanzar es reconocer sus errores".

Lundberg abre los ojos, levanta sus cejas y muestra su sorpresa cuando se comenta en el paddock que "Mir puede ser el nuevo Marc Márquez". ¡Dios, eso son palabras mayores! "¿Usted sabe lo que dice? Para ser el nuevo Márquez hay que comer muchos bistecs, entrenarse mucho, ser muy bueno, ganarlo todo y demostrar que eres uno de los elegidos. Veo en Joan muchas cosas de las que veía en Marc cuando empezó, pero Márquez es la bomba y no podemos poner tanto peso en las espaldas de Joan. Mir lo tiene todo para ser muy bueno, sí, pero también hay que tener suerte".

¡Ojalá la tenga!, añade el técnico, que termina pidiendo que "ojalá se unan las mil cosas que han de unirse para que Mir sea el nuevo Márquez. Yo lo sabré porque me ha prometido que nos hará una visita cada día a nuestro box, pues, dice que no puede vivir sin nosotros".