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Opinión

Barcelona'92 y siguientes

Barcelona'92 y siguientes

Barcelona´17 es probablemente la urbe más codiciada del universo, la capital que eligen los novelistas de todo el mundo cuando desean otorgar una pátina de sofisticación a sus protagonistas viajeros. La capital catalana es a las ciudades como Ibiza a las islas. Las nombras, y se acaba la competición. Esta consideración planetaria, que tanto irrita a los barceloneses, se concretó en Barcelona´92. Que también podría denominarse España´92, dada la difusión de la atmósfera olímpica más allá de los confines de la ciudad que albergó aquellos Juegos. A propósito, el mismo Pasqual Maragall diseñó una competición integradora y simboliza hoy el embrión del separatismo catalán con su Estatut. Es demasiado fácil concentrar el giro copernicano exclusivamente en la figura de uno de los mejores alcaldes de la historia, y no tan buen president.

En cuanto se clausuraron los Juegos de 1992, el semanario Time recogió la propuesta de que Barcelona fuera proclamada la sede olímpica a perpetuidad, hasta tal punto se consideraba impecable la organización de los festejos atléticos. Las seis Olimpiadas posteriores han ofrecido instantes de brillantez pero, con la posible excepción de Pekín, costaría encontrar un cóctel de magia y racionalidad equivalente a la cita barcelonesa. Desde luego, España no ha conseguido superar las 22 medallas obtenidas entonces, y equivalentes a la suma de las cosechadas en las 16 ediciones olímpicas previas. Conviene recordar que la mayor crítica vertida desde Cataluña sobre la hegemonía del deporte corresponde a Els Joglars del hoy racial Boadella, en su satírico Olympic Man Movement.

No resulta descabellado afirmar que la generación de oro del deporte español posterior a 1992 se nutre de la savia de Barcelona´92. Aquellos Juegos crearon el prototipo del deportista hoy simbolizado por Rafael Nadal. Es decir, un veinteañero que se planta en la pista central de Roland Garros frente a la ancestral hostilidad parisina, y les birla su trofeo en una decena de ocasiones. Los atletas españoles perdieron los complejos en los Juegos. El monopolio de la Champions está vinculado a la cita barcelonesa, aunque haya sido explotado preferentemente por el Real Madrid. Cabe recordar que el Barça´92 de Cruyff ganó la competición europea.

En ocasiones, la supremacía surgió de una derrota, según ocurrió con la selección de baloncesto. La colisión con los Estados Unidos de Michael Jordan o Larry Bird pavimentó la fulgurante trayectoria de la España de Gasol. Como medida del impacto, un periodista americano publicó un dilatado libro de éxito que se concentraba exclusivamente en las peripecias y aventuras barcelonesas del Dream Team de la NBA.

Se desemboca así en la actualidad. Michael Jordan se prolongó en Dalí, Gaudí, Picasso o Miró, para rematar la fascinación unánime de la ciudad de los prodigios de Eduardo Mendoza. El presidente González pasó de ser más catalán que andaluz a proferir la suspensión de la Generalitat. El PSOE que presumía de esencias sureñas, pero ganaba las elecciones generales en el granero de Cataluña, se hundió después de los Juegos. El broche o el candado al cosmopolitismo catalán, según se mire, radica en Barcelona´92.

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