Lo ha vuelto a hacer. Tras una carrera plagada de lesiones que a cualquier otro le hubiera tumbado en la lona de forma definitiva, Rafel Nadal ha vuelto a resurgir de sus cenizas. Cuando eran muchos los que dudaban de su regreso a estar entre los mejores -"siempre me preguntaban si Rafel volvería a ganar títulos", recordaba su tío Toni en entrevista a este diario-, y después de tres años sin conquistar un grande en lo que es la mayor sequía de su carrera, el campeón de Manacor ha dado un golpe sobre la mesa y, a sus 31 años, ha dicho: aquí estoy yo.

Nadal ha pasado por todo tipo de situaciones. Tal vez los últimos meses no han sido los más dramáticos de su carrera porque ha tenido lesiones más importantes que la de muñeca que le ha amargado en los últimos 24 meses. Lo que ha convertido en más preocupante su lesión es la cantidad de tiempo que ha necesitado para volver a codearse con los mejores. La edad no perdona y, como el propio tenista ha manifestado en más de una ocasión, no es lo mismo recuperarte de una lesión a los 23 años que a los 31, los que cumplió el pasado 3 de junio.

La penúltima vez que tuvo que parar fue en 2012, con afectación del tendón rotuliano de la rodilla izquierda. Fueron 222 días de baja que le obligaron a renunciar a los Juegos de Londres, donde debía ser el abanderado español -lo sería cuatro años después en Río-, "uno de los días más tristes de mi vida", al US Open y a las semifinales de la Davis ante Estados Unidos. Con su victoria en Roland Garros en 2013 ante David Ferrer, en su octavo título en París, ponía fin a una pesadilla que le hizo dudar como nunca sobre su futuro. Tras eliminar a Djokovic en semifinales, en un partido de casi cinco horas, resumió en una frase su sentimiento: "He aprendido a disfrutar sufriendo. Cuando realmente sufro es cuando debo ver los partidos desde Mallorca por la televisión".

Tras conseguir su noveno título en 2014 ante Djokovic, se lesiona la muñeca derecha. El 1 de julio de ese año cae en octavos de Wimbledon ante Nick Kyrgios y se ve obligado a renunciar a Toronto, Cincinnati, US Open y Davis contra Brasil. El 30 de septiembre reaparece en Pekín y, tras caer en cuartos ante Klizan, se le diagnostica un principio de apendicitis. Pese a todo decide jugar en Shanghái, donde cae en primera ronda ante Feliciano López. Es después de perder en Basilea ante el jovencísimo Borna Coric, 17 años, cuando decide poner punto y final a la temporada. "No estoy en condiciones de competir", afirma. Se opera el 3 de noviembre.

Y empieza un 2015 para olvidar. Liberado de lesiones, con el paso de los meses percibe que volver a su mejor nivel no será tarea fácil. Tras alcanzar los cuartos en Australia, pierde en semifinales de Montecarlo ante Djokovic, en octavos del Godó ante Fognini, pierde la final de Madrid ante Murray (6-3, 6-2) y cede en cuartos de Roma ante Wawrinka, en la primera temporada que acaba en blanco sobre tierra. El más claro síntoma de lo que le esperaba en Roland Garros, donde encajaría ante Djokovic, en cuartos, la segunda derrota de su carrera en París. Hace un amago de recuperación al ganar el torneo de hierba de Stuttgart, pero fue un espejismo porque cayó en segunda ronda de Wimbledon ante Dustin Brown. En Hamburgo conquista su tercer título, pero los torneos de Montreal y Cincinnati acentúan los problemas en su juego: sin confianza en su derecha, su mejor golpe, y ansiedad en los momentos clave.

2016 no fue mucho mejor. Debuta en Australia con derrota ante Verdasco y se retira en tercera ronda de Roland Garros por una lesión en la muñeca izquierda. Renuncia a Wimbledon y se consuela con el título de dobles en los Juegos de Río. Tras caer en octavos del US Open ante Pouille, el 20 de octubre pone fin a la temporada para recuperarse de sus problemas en la muñeca izquierda. "Me veo obligado a parar y pensar en 2017". Fue la mejor decisión que podía tomar. En 2017 ha vuelto el mejor Nadal, el que nunca se rinde, el que siempre se levanta.