Nadal, Djokovic, Murray, Nishikori, Berdych, Gasquet. Todos ellos tienen una cosa en común. Entrenan bajo las órdenes de exprimeras figuras del tenis de final del siglo pasado. Tras dar por finalizada su etapa junto al canadiense Milos Raonic, Carlos Moyá se ha unido esta temporada al equipo de Nadal y trabaja junto a Toni Nadal, tío del campeón, y Francis Roig, a la espera de que el mentor del manacorí ponga definitivamente el candado a la maleta a final de temporada para dedicarse en cuerpo y alma a la Academia en Manacor.

Tras dejar a su entrenador de toda la vida, Marian Vajda, y a Boris Becker, Novak Djokovic ha optado por el mítico Andre Agassi, ganador de ocho títulos de Grand Slam, para dar un nuevo impulso a su carrera tras un año bastante discreto en el que los títulos han brillado por su ausencia. Agassi no vio el correctivo que le infligió Thiem a su pupilo porque ya había hecho las maletas. Andy Murray, número uno, trabaja junto al checo nacionalizado norteamericano Ivan Lendl, en su día el rey de la tierra; el japonés Kei Nishikori lo hace con el excéntrico Michael Chang, Tomas Berdych, eliminado a las primeras de cambio, entrena junto al croata Goran Ivanisevic, con un Wimbledon entre su palmarés, y el francés Richard Gasquet con Sergi Bruguera, vencedor en París en 1993 y 1994.

Es la nueva moda del tenis. Los tenistas buscan la compañía de profesionales que hayan pasado por lo mismo que ellos están experimentando en el circuito. Moyá, que accedió al equipo de Nadal a petición del tío del tenista, seguramente pensando ya en su retirada, afirma que intenta aportar "tranquilidad, normalidad, buen ambiente, e incidir en aspectos en los que Rafel se pueda relajar con el paso de los meses", señala.

La relación del nueve veces campeón de Roland Garros con Moyá es más estrecha que con su tío. Con el ex número uno existe más complicidad, coinciden más en los gustos, aunque solo sea por la menor diferencia de edad -se llevan diez años por 25 de Nadal con su tío-. El campeón en Roland Garros en 1998, que defiende título junto a Juan Carlos Ferrero en el torneo de Leyendas, se ha adaptado perfectamente a la rutina del equipo. Siempre en un segundo plano, dejando todo el protagonismo en los entrenamientos a Toni, en muchas ocasiones es él quien se pone al otro lado de la pista para pelotear con su ahora pupilo, demostrando que, pese al paso de los años, quien tuvo retuvo.

Djokovic, por su parte, no se ha andado con rodeos. Tras caer en la final de Roma ante el alemán Alexander Zverev, fichó a un extenista de impacto, Andre Agassi, a sus 47 años desvinculado de la raqueta y que por París se le había visto de forma esporádica en los últimos años, solo para participar en actos promocionales de la marca Longines. Con residencia en California, donde pasa una vida apacible en compañía de su mujer y madre de sus hijos, la excampeona y número uno Steffi Graf, Agassi, que abandonó el tenis asqueado, como cuenta en su impresionante biografía Open, ya ha dejado claro que no estará permanentemente con el serbio. Será su guía en la distancia, a la espera de que el ex número uno contrate a un nuevo entrenador en busca de la chispa que, dice, le ha faltado en los últimos meses y que se vio en el partido de cuartos ante Thiem.

No parece que le vayan excesivamente bien las cosas a Andy Murray con Lendl. Aparentemente resucitado en París -hasta ayer- tras una temporada de tierra más que discreta para todo un número uno, el escocés no ha encontrado el punto de calma que precisa para volver a aspirar a conquistar todos los títulos que disputa. Excesivamente nervioso en la pista, empieza a ser habitual verle hablar solo, dirigiéndose a su bancada, en busca de soluciones que solo él puede encontrar. Lendl, el hombre tranquilo por excelencia, trabaja para que Murray vuelva a ser el tenista que le ha conducido al liderato de la ATP.

De momento, quien más partido está sacando a los cambios de hábitos es Nadal. Desde que Moyá ha entrado a formar parte de su equipo de técnicos, el mallorquín ha sumado tres títulos en seis finales (Montecarlo, Godó y Madrid) y, si alguien no lo remedia, con ese aura de invencible como en sus mejores tiempos, va lanzado a su cuarto trofeo de la temporada, que sería el décimo en Roland Garros. Sería la última Copa de los Mosqueteros de Toni Nadal y la segunda, primera como entrenador, de Moyá, campeón en el Bois de Boulogne en 1998.