Aunque empezó con una doble falta un partido histórico, el británico Andy Murray logró su reto, acabar la temporada como número uno del mundo al ganar por primera vez el Masters derrotando en la final al serbio Novak Djokovic, triunfador en los cuatro últimos años, por 6-3 y 6-4.

Con los cerca de 20.000 espectadores que llenaron el O2 Arena londinense, Murray se impuso en una hora y 42 minutos en un partido para enmarcar en el que por primera vez los dos primeros jugadores del mundo peleaban en el último asalto del año por acabar en lo más alto de la clasificación mundial.

Sin apenas notar el esfuerzo de las tres horas y 38 minutos de la semifinal contra el canadiense Milos Raonic, ni las nueve horas y 57 minutos de toda la batalla de la liguilla, casi tres horas y media más que su rival, Murray dominó el encuentro para ganar su noveno título esta temporada, quinto consecutivo, y el 44 de su carrera.

El británico ha ganado todo lo que ha jugado este año bajo techo (Pekín, Shanghai, Viena y París-Bercy). El Masters logrado este domingo a sus 29 años le encumbra en lo más alto.

El propio Djokovic había señalado el día anterior que había llegado a esta instancia final en las mejores condiciones. Murray había prometido dar el máximo de lo que le quedaba. Pero una vez ambos sobre el escenario de North Greenwich, Murray corrió más, se dejó la piel sobre la pista azul y atizó más fuerte y con más acierto.

A mayor cansancio, mejor juego

"A veces, cuanto más cansado estás es más fácil afrontar los encuentros, estás más concentrado", había dicho minutos antes de la final Sergio Casal, en cuya academia de Barcelona, que dirige conjuntamente con Emilio Sánchez, se formó Murray en su juventud.

El alemán Boris Becker, entrenador de Djokovic, tampoco lo podía creer. Nole parecía demasiado lento, cuando supuestamente debía tener más energía que su rival, y sumaba más errores en los intercambios, cuando debería estar más tranquilo.

La clave fue el saque del británico, cedido solo una vez en todo el encuentro, mientras que él fue capaz de crear nueve ocasiones de rotura y confirmar tres. También su concepción del juego mucho más disciplinado e inteligente que el que expuso Djokovic, con el que Murray había perdido este año tres de las cuatro veces en las que se habían enfrentado.

Djokovic no tuvo su día al servicio y su juego se fue diluyendo poco a poco, aceptando que debía sacarse el sombrero ante el jugador número 17 en la historia de la ATP que acaba el año como número uno.

Tan solo en el último juego, Novak sacó su raza para salvar dos puntos de partido, cuando Murray jugaba su servicio con segundos saques y se defendía como podía desde el fondo, mientras el serbio atacaba a la desesperada. No pudo mantener más la constancia Novak, y a la tercera Andy se llevó el triunfo para recibir después el abrazo en la red de su rival.