Carlos Moyá demostró ayer, en su estreno en la Legends Cup, que se celebra en el Palma Sport & Tennis Club hasta mañana domingo, que quien tuvo, retuvo. En un partido ante el alemán Carl Uwe-Steeb, que estaba previsto para no antes de las 20 horas, se disputó a las seis de la tarde. Dio igual. Moyá, campeón de Roland Garros, de la Copa Davis y ex número uno del mundo, se impuso sin problemas a su rival por un claro 6/4 y 6/2. Moyá, más de diez años más joven que su rival, tuvo un compromiso fácil, como se preveía, hasta el punto de que en el segundo parcial ni se despeinó ante el poco público asistente, que se encontró con la sorpresa de este partido y no el que tenía que enfrentar a esa hora al sueco Mats Wilander y al francés Henri Leconte, y que se disputó después en un ambiente festivo, como lo es en su totalidad este torneo.

Leconte, mayor que Wilander, se tomó el partido a broma, consciente de que no tenía nada que hacer ante su ilustre rival, ganador de siete títulos de Grand Slam. Entró a la pista cojeando, hablaba con el público -ahora sí, las gradas prácticamente llenas-, y hasta a los vecinos de los edificios colindantes que seguían el partido desde los balcones de sus domicilios, les lanzó un par de bolas para delicia del público asistente, que parecía pasárselo en grande.

Para hacerse una idea de cómo se tomaron el partido los jugadores, hubo un momento en que el duelo se jugó con dos pelotas en la pista ya que lanzaron una desde una de las calles que da al recinto deportivo.

El público, entre quien se encontraba uno de los actuales dueños del Real Mallorca, el norteamericano Andy Kohlberg, presenció después el partido entre el británico Tim Henman y Leconte, con victoria para el primero por 6/3, 6/2. A continuación, y para cerrar la jornada, fue el turno para el doble entre Bahrami y Corretja contra Pernfors-Henman.

El plato fuerte del torneo llegará esta noche, a partir de las 20 horas, y si la lluvia no lo impide, con el partido entre Carlos Moyá y Alex Corretja, que rememorarán grandes duelos, como la final de Roland Garros de 1998, con triunfo para el mallorquín en tres sets.