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Analisis: La prueba definitiva, por Ricard Cabot

La petición por carta de Nadal al nuevo presidente de la Federación Internacional de Tenis de que haga público su pasaporte biológico es la prueba definitiva de que, lejos de esconderse y de que personajes como la exministra francesa lancen bulos sin fundamento, el campeón de Manacor quiere tratar el espinoso tema del dopaje a cara descubierta.

Si un deportista llega al extremo de pedir que se hagan públicos sus controles antidopaje es que está cien por cien seguro de que juega limpio. Lo ha repetido dónde y cuando ha hecho falta, él y su tío Toni, que lleva su carrera desde que a los cuatro años empezara a dar sus primeros golpes. La mejor forma de defenderse de acusaciones gratuitas, sin prueba alguna, querellas al margen, es dar un paso al frente y mostrar al mundo, a los que creen y a los que no creen en él, de que el dopaje no va con su forma de entender el deporte y la vida. Sería absurdo que a estas alturas de su carrera recurriera a este tipo de artimañas. Otra cosa muy diferente es no reconocer que en el deporte en general -hay ejemplos cada dos por tres- y en el tenis en particular hay un problema con el dopaje. Maria Sharapova es el último ejemplo.

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