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Análisis: Cuando la felicidad importa, por Sebastià Adrover

"Voy a entrenar y estoy contento". Estas palabras pronunciadas ayer por Rafel Nadal deberían escucharse en todas las escuelas de todos los deportes, profesionales o no, porque explican perfectamente el sentimiento que debería tener un atleta cuando se va a ejercitar. Eso es justo lo más importante, más allá de obtener buenos resultados. Si uno está contento, como en todos los órdenes de la vida, aprovechará más el tiempo y realizará un mejor trabajo. Así dice sentirse el campeón de Manacor, que le está tocando ver una cara mucho menos bonita del tenis que cuando ganaba un torneo tras otro. Ni siquiera ha cumplido los treinta, aunque ya empieza a ser un veterano, pero si precisamente va a jugar con ilusión, los triunfos volverán. Tiene edad y condiciones y, además, ahora llega la tierra batida, que para el mallorquín es como ir descalzo en casa con la luz apagada. Solo él sabe a qué se debe la irregularidad de los últimos tiempos, quizá poner el listón a la altura del cielo tiene la culpa, pero lo que es seguro es que si está feliz estará más cerca de volver a los éxitos. Eso siempre es lo primero.

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