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Ciclismo

Guillem Timoner: "Quiero llegar a cumplir cien años"

El hexacampeón mundial mallorquín de pista celebra hoy su 90 aniversario con el deseo de vivir al menos 10 años más para festejar su centenario - Disfruta de una salud de hierro y sigue pedaleando a diario en su casa sobre sus diferentes bicicletas

Guillem Timoner: "Quiero llegar a cumplir cien años"

La maravillosa historia del legendario Guillem Timoner (Felanitx, 24 de marzo de 1926) añade hoy otra fecha para enmarcar en su gigantesco libro de oro, coincidiendo con el 90 aniversario de su nacimiento. Un aventura que desde hace 66 años comparte junto a su esposa, la mujer de su vida, Francisca Vallcaneras.

Lúcido y con una salud a prueba de bomba, el mítico hexacampeón mundial de ciclismo en pista afrontó junto a DIARIO de MALLORCA la víspera de la jornada de hoy añorando los tiempos de su portentosa plenitud física como deportista, pero convencido de que celebrará su centenario.

“Quiero llegar a cumplir los cien años. Si mi vida ha sido como una carrera por etapas, como el Tour, quiero que la próxima etapa sea la de mi centenario”, exclama sonriente, y cómplice, disfrutando de los miles de recuerdos de sus éxitos que adornan y enriquecen los múltiples rincones de su domicilio, Villa Timoner, en pleno Passeig Ramon Llull de su Felanitx natal. Una auténtica casa museo.

“Me sigo encontrando muy bien, cada día pedaleo sobre alguna de las bicicletas (estáticas) que tengo. Algunas veces escuchando la radio y otras mirando la televisión. Es lo que más me gusta y me entretiene”, explica Timoner sobre su día a día en los últimos tiempos. “También camino mucho por la tienda, dando vueltas. Lo tengo todo anotado en unas libretas”, apunta el metódico campeón, devoto de la Mare de Déu de Sant Salvador, donde depositó los originales de los seis maillots de campeón del mundo que conquistó a lo largo de su dilatada trayectoria como ciclista.

“La verdad es que aparte de las múltiples fracturas por lesiones, por caídas, no había tenido que ser hospitalizado nunca hasta hace pocos meses y fue por unos cálculos, que por el momento han dejado de molestarme”, celebra Timoner sobre su buena salud en general y el objetivo de celebrar la etapa de los cien años.

Un ejemplo de vida

Su éxito poco o nada tuvo que ver con sus comienzos. De origen humilde e hijo de payeses -Joan y Margalida-, Guillem Timoner antes de poderse consagrar al ciclismo trabajó en una carpintería de Felanitx y en el campo junto a sus padres. Dejó los estudios a los 12 años, cuando era alumno de la Escola Graduada. “No iba a clase y cuando mi padre se enteró me dijo que así no podía seguir y me puso a trabajar”, recuerda el campeón. “Estuve dos años en una carpintería, pero sólo estaba pendiente de la calle y de las bicicletas. Entonces me pusieron a trabajar con mi padre en Fora Vila. Engordamos una cerda con el fin de que con lo que nos dieran por su venta comprar mi primera bicicleta, de 510 pesetas. El dinero que logramos no fue suficiente y mi padre tuvo que pedir un préstamo de 30 duros”, recuerda Timoner sobre los esfuerzos de su familia para ayudarle.

Con apenas 13 años y sobre una pesada bicicleta de paseo de su padre, Guillem Timoner ganó la primera carrera que disputó. Fue en s’Horta, batiendo a ciclistas mucho mayores de edad, algunos de 30 años, perfectamente equipados y preparados. No como el futuro campeón, quien apenas llegaba a los pedales de su vetusta máquina y quien, como premio a su triunfo, recibió un pollo.

Un ciclista, de ‘piernas de oro’, que en el apogeo de la España franquista logró que Europa entera reconociese sus éxitos y descubriese Mallorca mucho antes del boom turístico. Especialmente tras conquistar en 1955 su primer título mundial en el velódromo de Vigorelli, en Milán.

En tiempos de miserias y muchas dificultades, Guillem Timoner era el ejemplo. El paradigma de cómo con pasión y esfuerzo se podía triunfar, pese a su humilde cuna. Por algo, en su época de esplendor Timoner llegó a ser el ciclista mejor pagado del mundo, ingresando más de un millón de pesetas por año. Un fortunón.

Por entonces, Timoner atendía a la multitud de compromisos y ofertas para competir negociando y sellando los acuerdos a través de telegramas. “No había ordenadores”, recuerda mostrando parte de los miles de documentos de correos que conserva.

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