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Opinión

La carrera es lo más lento

La carrera es lo más lento

Seguir una carrera de motociclismo o automovilismo equivale a sentarse junto a la ventana para contemplar el tráfico. El próximo domingo, pueden desapuntarme de los diez millones de telespectadores de la guerra motorizada del circuito valenciano o valentino. En cambio, deben despertarme en cuanto Jorge Lorenzo se proclame tricampeón mundial, después de haber arrancado en segundo plano del Toro Rossi y del Marcondo Márquez. Ahí empezará lo bueno.

La carrera es lo más lento del Mundial, aunque sepas distinguir a los pilotos. Me colgaré del televisor para comprobar si en el podio se rocían con espuma o se parten directamente la crisma a botellazos de champán. El tedioso espectáculo del asfalto se acelerará con las declaraciones vertiginosas de pilotos y expertos, con los pronunciamientos de los tribunales enconados, con la insensibilidad de una organización que desoyó el peligro de muerte anejo a la coz más veloz del Universo.

He visto algún partido de fútbol íntegro, pero mi máxima longevidad ante una retransmisión motociclista son los doce minutos insustituibles del programa italiano 'Las hienas', dos Gran Wyoming con collarín. Tras haber sucumbido a la naturalidad del piloto catalán, la grabación de la trifulca en Can Márquez confirma que el animal más peligroso de la jungla deportiva es el padre de la estrella.

A propósito, el gesto operático de entregarle la escultura de un pene a un piloto se inscribe en un espectáculo cómico, más serio por tanto que cualquier disciplina periodística. Pero no es periodismo, digan lo que digan carroñeros y motoñeros.

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