Miquel Capó es el atleta mallorquín más venerado por los miles de runners de la isla que a diario se calzan sus zapatillas para correr unos kilómetros y cuidar de su salud. Ahora, el carismático ultrafondista pobler, tímido y modesto, con 40 años, ha decidido poner fin a su carrera deportiva, cansado de sufrir y enfrentarse a diferentes lesiones crónicas.

—¿Cuáles son sus motivos para dejar la competición?

—Las lesiones. Llevo años entrenando y compitiendo con diferentes problemas. Todo empezó con una ciática, que ya me dejó fuera del triatlón. Cuando bajaba de la bici me quedaba sin poder correr a pie. Entonces me metí en las carreras de montaña y el ultrafondo, entrando de nuevo en la dinámica de entrenar mucho y sufrir siempre diferentes lesiones, siempre por culpa del ciático.

—¿Cuántos años lleva entrenando y compitiendo sufriendo del ciático y otras lesiones?

—Ocho años, ya que hace siete dejé los triatlones y el último en esa modalidad ya lo hice mal, aguantando muchos dolores. Fue un desbarajuste y por eso, desde entonces, me dediqué ya solo a las carreras a pie, especialmente a las de montaña.

—En su caso, parece que el deporte no siempre es salud.

—Cuando es deporte de alta competición ya no es salud, ni saludable. Siempre he dicho que veo mucha gente que se prepara para disputar determinadas pruebas que entrena demasiado. Se recorren disparates de kilómetros, demasiados para cuando lo que buscas es hacer salud. El deporte de competición llega un momento que ya no es salud, que nos perjudica a nosotros mismos. Y especialmente exagera en su preparación la gente de pruebas populares, que en muchos casos se pasan de muchos kilómetros.

—Un ultrafondista que recomienda moderación.

—Sí, por supuesto, siempre es mi recomendación. En mi caso a veces he ayudado, con consejos, en la preparación a deportistas populares y en la mayoría de los casos me han dejado por entender que les hacía entrenar poco.

—¿Qué personas son las que más han influido a lo largo de su vida deportiva?

—Siempre he tenido mucha suerte con la gente que he tratado. De niño empecé en Sa Pobla entrenando con Biel Crespí. Tras dejar el Ejército, y regresar a Mallorca, empecé a entrenar con Joan Comas y fue donde conocí a Cati, mi mujer. Y cuando empecé en el triatlón tuve la suerte de conocer a Javi Bonet, de Eivissa, con quien conseguí logros muy importantes. Después tuve la suerte de encontrar a Dani Salas, quien es el que me ha hecho aguantar el último año y prolongar mi carrera los últimos siete años. Gracia a él gané tres Serras de Tramuntana, terminé tercero en el Maratón des Sables, dos veces la carrera de Ronda, volví a ganar la TUI Maratón y, lo más importante, el récord de las 24 horas corriendo.

—¿Le queda algún reto, o carrera, pendiente por disputar?

—Me retiro con tres cuentas pendientes. Una es no haber vuelto a la Transalpine, tras haber terminado cuarto junto a Tòfol Castanyer por mis problemas físicos. Otra es el Montblanc, que lo prepare y no lo pude disputar por la ciática. Y la otra no es una carrera, si no no haber podido ayudar a lograr algo más importante a un amigo mío, como es Miguel Fernández Miniño. Es una espinita.

—¿Tiene calculado cuantos kilómetros recorría cada año en entrenamiento y competición?

—Personalmente no, pero Dani Salas sí. Aunque por semanas siempre recorría entre 140 y 160 kilómetros, de lunes a domingo. Entrenando entre tres y cuatro horas diarias durante años.

—De usted se reconocen siempre sus grandes valores humanos, como cuando se dejó ganar en la Desert Maratón.

—Hubo gente que estuvo contenta y otra que no estuvo de acuerdo con que no lo esperase cuando corríamos. Lo que la gente no sabe es que al último avituallamiento llegamos juntos, de noche, y que allí la organización nos engañó. Nos dijeron que el que venía tercero nos iba a coger y por eso yo me fui hacia adelante, para asegurar la victoria de uno de los dos, y esperé a Telmo un poco antes de la meta y allí me dejé pasar.

—¿Qué deportes practicará a partir de ahora?

—Seguiré haciendo deporte. Parece que abandono todo el deporte, cuando es mi vida. Me gusta entrenar para seguir delgado y encontrarme bien. La única diferencia es que no estaré obligado a nada, que podré volver a montar en bicicleta. Cambiará que no tendré plan de entrenamiento, ni presión, ni obligaciones de ir a competir los domingos.

—¿Y a qué se dedicará?

—Tengo un trabajo de encargado en el Poliesportiu de Sa Pobla desde el 2000. Me encargo de llevar los horarios y el mantenimieto. Desde hace 14 años me ha permitido ser un privilegiado como deportista profesional. Me ha dado mucha seguridad y estabilidad, más que un patrocinador. Tener un puesto de trabajo para toda la vida te da más seguridad que un sponsor, ya que si hubiese estado lesionado toda una temporada a lo mejor lo hubiese perdido.

—¿Entra en su planes entrenar a otros deportistas?

—No. Tengo una mentalidad diferente a las que dominan ahora. No me gusta entrenar y hoy en día ha cambiado mucho el deporte. La gente está más preocupada en el material que emplea, por si unas zapatillas valen 180 euros, que por ir a entrenar. De hecho las dos primera veces que yo gané la Ultra Serra de Tramuntana llevaba unas Joma de 40 euros. Y es que esa mentalidad de querer aparentar no me gusta.

—¿Y cómo fue que empezó a practicar deporte?

—De niño estaba gordito, se reían de mí, y quería hacer algo para adelgazar. Junto a mi casa Biel Crespí llevaba un grupo de atletismo y allí fue donde me inicié. Empecé disputando pruebas escolares, corriendo Sa Llego y a ir de carrera en carrera. De niño no destaqué, porque estaba obsesionado con estar delgado y entrenaba demasiado. Después entré en el Ejercito, un año en las Coes en Palma. Me fui a la Legión, a Melilla, y fue mi suerte. Había un equipo de atletismo y me permitió, con apenas 20 años, disputar el Mundial de 100 kilómetros. Me cuidaban mucho. Corrí por toda España y descubrí las carreras de orientación. Fue donde empecé a destacar. Tras salir del Ejercito encontré a Joan Comas y empecé a competir en serio en Mallorca.

—Queda la sensación de que usted empezó tarde a competir.

—A los 18 años entré en el Ejercito y no competí en Mallorca en unos seis años. En la Península sí que competí mucho, mientras que en la isla parece que no empecé hasta los 25 años.

—¿Sus inicios poco convencionales le impidieron aspirar a una trayectoria olímpica?

—Podría haber optado a una trayectoria olímpica y tuve la oportunidad cuando estuve en Melilla, pero para mí lo más importante no es ganar. Hago deporte porque me gusta, para estar delgado y me gusta hacer muchos deportes. Probar muchas cosas.

—¿Le pesa ser considerado un referente en Mallorca?

—No me siento importante para nada. Soy un corredor más, que ha cumplido sus sueños, como el el de ir a Sables y además quedé tercero. Los que de verdad son importantes son Mario Mola, Tòfol Castanyer o Toni Peña, no yo.

—Se retira cuando sus especialidades, como las carreras de montaña, están de moda.

—Es una satisfacción. Me gusta mucho ver a gente que corre en mallas por Sa Pobla que cuando yo entrenaba de niño se reían de mí. Me alegra y siento que ha servido de algo que yo corriese.

—¿Con lo tímido que parece, cómo fue que se metió en el Ejército y, ademas, en la Legión?

—Siempre me ha gustado la aventura. Tenía amigos de Muro que habían estado en los Boinas Verdes y me decían que les enseñaban a hacer rápel y actividades que entonces dificilmente se podían practicar o aprender.

—¿Se siente suficientemente recompensado por su carrera, éxitos y sacrificios?

—Me siento muy satisfecho, querido y reconocido. Me sorprende incluso tanto, ya que no me imaginaba nunca que un comentario mío en Facebook sobre mi retirada pudiese llegar a tener tanta repercusión como ha tenido.

—¿Considera que las administraciones cuidan bien del deporte y de su promoción?

—Para nada. Creo que no y más ahora con la excusa que tienen de la crisis. Es peor todavía. El Gobierno y la gente pide medallas olímpicas y títulos mundiales y europeos, cuando las becas ADO y las ayudas públicas al deporte son un mierda. Te piden medallas, que ganemos a los americanos aquí y allá.

Considero que los deportistas españoles, y los de Balears, hacen lo que pueden y demasiado hacen ante las pocas ayudas que reciben.