La despedida definitiva de un ser querido, y Di Stéfano llegó a serlo para compañeros, contrincantes y aficionados, invita más al panegírico que a la anécdota. Sin embargo, esta última contiene una mayor carga de humanidad y casi siempre refleja mejor el carácter de un deportista. En este caso, por muchos homenajes que recibiera del Real Madrid, su equipo de toda la vida, no podemos olvidar que fue en Sarrià, con el Espanyol, donde tuvo que retirarse y que, antes de sentarse como entrenador en el banquillo del Santiago Bernabéu, pasó el examen de hacer campeón de liga al Valencia.

´La saeta rubia´, título de la película que protagonizó antes de enfundarse unas medias de señora, Berkshire, en uno de los primeros contratos publicitarios subscritos por un futbolista, es considerado por muchos como el mejor jugador de todos los tiempos. La FIFA, siempre diplomática, lo incluye en un quinteto del que forman parte Beckenbauer, Cruyff, Pelé y Maradona que, con Messi, pronto se ampliará a sexteto. Es cuestión de gustos. Yo particularmente prefiero a Pelé, aunque repudio esta manía que tenemos los humanos de confeccionar clasificaciones para coronar con laureles rancios cabezas diversas. Merece todas las loas que recibirá, sin enterarse, los próximos días. Algunas de parte de quienes quizás le despreciaron en vida. Es lo que tiene la muerte.