Y despertó ´la bestia´. Tras un primer set en el que se vio la peor versión de Nadal en mucho tiempo, el ocho veces campeón de Roland Garros demostró porqué en este torneo solo ha perdido un partido de 64, porqué cuando juega en el Grand Slam de tierra, sea en la central o en la Suzanne Lenglen, se mueve como si estuviera en el salón de su casa de Manacor. En definitiva, porqué es un campeón de los pies a la cabeza. Nadal se clasificó para las semifinales de mañana viernes, en la que se enfrentará a Andy Murray, que se deshizo en cinco sets del francés Gael Monfils. Y lo hizo después de una jornada marcada por la lluvia que hizo peligrar el turno de cuartos de final. El partido, que debía empezar a las 15.30, lo hizo a diez minutos para las siete de la tarde. Solo lo rápido que fue el partido hizo posible que no se tuviera que finalizar hoy.

Perder el segundo set fue una losa insuperable para el bravo de David Ferrer. Se cumplía hora y media de partido, y pasaría una más hasta que el alicantino sumara otro juego. Desde el décimo del segundo set hasta el cuarto juego del cuarto parcial, diez consecutivos, que se dice rápido. Esa fue la respuesta de un Nadal que ayer fue más motor diésel que nunca. De menos a más. Controlando en todo momento, no poniéndose nervioso y sabiendo que su momento iba a llegar. Y tanto que llegó.

El primer set fue un cúmulo de fallos por parte del mallorquín. Cometió un número indecente de errores no forzados, once, casi siempre con el revés, que no le funcionaba ni a la de tres. En el otro lado de la pista, un Ferrer con hambre, con ganas de demostrar que su victoria en los cuartos de final de Montecarlo, hace mes y medio, no fue por casualidad, sino porque, si se lo propone, es capaz de ganar a cualquier rival. El buen tenis que desplegaba y la escasa respuesta que le llegaba desde el otro lado de la red hacía pensar en una tarde complicada para el mallorquín. Dos veces cedió el servicio, la última en el que iba a ser último juego del primer set, el primero que le ganaba Ferrer a su ilustre rival en su cuarto duelo en Roland Garros.

La segunda manga comenzó como lo hizo la primera, Ferrer conservando su servicio. Pero, a diferencia del primero, Nadal se mostró mucho más seguro con su saque, que llegó a puntas de 190 km/h, lo que demuestra que sus problemas de espalda ya lo son menos. No lo cedió ni una sola vez, por una de Ferrer, en el tercer juego, que iba a resultar letal para la suerte del partido.

Con el set perdido, al tenista entrenado por José Altur le entró una ´pájara´ monumental, interminable. De repente, y sin saber porqué, el rival encogido que había tenido delante se había convertido en lo que realmente es, un gigante, un devorador de puntos, juegos y sets. Diez juegos consecutivos que resumen de la mejor manera lo que fue el encuentro desde que se produjo el empate a un set. Donde al principio todo le entraba, ahora Ferrer las echaba todas fuera. Era un manojo de nervios, Hasta 50 errores no forzados cometió el de Xávea, una barbaridad y un dato demoledor ante un rival como Nadal. Este puso una marcha más en el momento oportuno para resolver un partido que a medida que avanzaba perdía intensidad y emoción. Al principio de su caída a los infiernos, Ferrer se lamentaba, gesticulaba, hablaba solo, se reprochaba errores de principiante que dieron alas a su rival. Pero después, cuando se veía incapaz de ganar tan siquiera un juego, se quedó mudo. No reaccionaba. Estaba rendido, muerto y con ganas de que aquella agonía acabara cuanto antes.

Un espejismo

Cuando por fin Ferrer rompió la racha de diez juegos consecutivos perdiendo, en el cuarto del que iba a ser último set, parecía que había un hilo de esperanza. Pero esta duró lo que un caramelo en el patio de un colegio. Nadal, que si algo tiene es no dar un partido por cerrado antes de que finalice, le respondió con otra rotura. Evitaba así que su rival se creciera y entrara de nuevo en el partido. El resto ya fue la capitulación total de Ferrer, que hacía tiempo que estaba más fuera que dentro del partido.

Nadal, que se ha metido en su novena semifinal en Roland Garros, ha dado señales de estar recuperado de sus molestias en la espalda. Despejó cualquier duda en su primer servicio en el partido, 185 km/h. En el primer set y parte del segundo creó muchas dudas en su juego, pero las despejó todas en cuanto igualó el partido.

Nadal tendrá que poner una marcha más ante Murray si quiere llegar a la final del domingo. Hasta ahora, a excepción de ayer, su camino ha sido de rosas. Algún partido, como su debut ante Ginepri, o el de octavos ante Lajovic, fueron una broma, ni un buen entrenamiento. Ayer tuvo qu emplearse a fondo, pero solo dos sets, hasta que Ferrer levantó bandera blanca.

El tenista de Manacor celebró su 28 aniversario de la mejor manera, con una victoria incontestable, aunque siempre quedará la duda de si esta llegó por su buen juego, que lo desplegó a ratos, o por la dejadez de su rival. La victoria 64 de Nadal en Roland Garros llegó entre nubarrones, en el cielo, y en la pista, aunque lo resolvió como solo él sabe hacerlo. Su fuerza mental volvió a aparecer en el momento justo. Tenía claro que, o dejaba de cometer tantos errores, o Ferrer podía darle un disgusto de consideración. Se puso las pilas, empezó a picar piedra y ganó. Nadal no falla en Roland Garros.