Michael Phelps y Usain Bolt, reyes olímpicos en Londres, también lo fueron en Pekín. Ambos, entonces, ya eran claros candidatos al premio Príncipe de Asturias de los Deportes. Ante la gran hazaña del nadador estadounidense contacté con Graciano García, entonces Director de la Fundación y le pareció de perlas la candidatura del tritón. Hablé con Juan Antonio Samaranch hijo, que ya era miembro del COI, para que hiciera gestiones con los representantes de Estados Unidos para ver la posibilidad de que el nadador pudiera acudir a recoger el premio si se le concedía. En Oviedo no han faltado grandes músicos ilustres políticos, incluso históricos, de Estados Unidos han venido premios Nobel, como Henry Millar, cineastas como Woody Allen, pero en deportes se premió a Carl Lewis, Martina Navratilova y Lance Armstrong y ninguno de los tres acudió a Oviedo a pesar de las muchas gestiones que se hizo para que lo hicieran. Hasta se ofreció un avión privado para la Navratilova. Armstrog no acudió, aunque lo prometió y cuando se enteró de que el galardón tenía dotación económica, lo reclamó. Se le contestó que quien no recoge el premio en el Teatro Campoamor no recibe los dineros.

Con Phelps no hubo manera y quienes hemos formado durante muchos años del jurado sabíamos que aunque nos tacharan de estúpidos por no elegir al mejor, una parte de nuestra labor consistía en elegir a quien estuviera presente en al entrega de premios.

Descartado Phelps se hizo lo posible con Bolt. Intervino hasta la embajadora de España en Jamaica y la ministra de deportes del país hizo cuanto pudo por convencer a Bolt. Éste renunció porque para la fecha que se le decía que tenía que acudir a Oviedo había concertado una cena con sus amigos y no la cambiaba.

Los reyes de Pekín despreciaron el Príncipe de Asturias. Ojalá este año sea menos difícil convencer al mejor de la bondad del galardón. Aunque este año, por sus valores humanos, tal vez lo merecería el surafricano Óscar Pistorius.