Análisis

Otra historia de fantasmas y espectros

Alejandro Vidal

La lista de fantasmas que se han postulado para comprar el Mallorca crece día a día. Alguno, más espectral que otros, incluso consiguió su minuto de gloria: Martí Asensio. Pero antes y después que el niño Mingarro, aparecieron Paul Davidson, alias el fontanero; Carlos González, el padrino de Figo; el dueño de Redbull, que aparte de bebidas energéticas no sé cuantas cosas y millones tiene; Mendes, el representante de Mourinho; además de ucranianos, árabes, rusos y gentes de variopinta procedencia cuya identidad, como ahora, no conocimos jamás.

Un antiguo periodista deportivo mallorquín, que intervino al menos en dos falsas operaciones de amaño de partidos, anunciaba ´in illo tempore´ un fichaje bomba durante varios días. Así atraía la atención de sus lectores, aunque la pólvora no estallaba nunca. Con los compradores de clubs ocurre algo parecido. Surgen intermediarios ávidos de comisiones que contactan con personajes paralelos hambrientos de lo mismo, arrogándose la representación de personas, grupos o empresas presuntamente interesadas en adquirir sociedades anónimas deportivas, como si el fútbol fuera un gran negocio, pero a la hora de dar la cara o poner el dinero sobre la mesa, desaparecen por arte de magia. Bueno, el comprador del Málaga no salió en estampida porque le dieron tres importantes obras públicas en la provincia y el indú del Racing anda por ahí leyendo las obras completas de Rabindranath Tagore.

Aquí nos quedaremos sin saber jamás qué nombre ponerle al penúltimo grupo cuyo interlocutor, un alemán, no ha conseguido más que prolongar el tiempo, no sabemos con qué intención o por qué inducción, sin poner un solo euro sobre el tapete ni aunque sólo fuera para olerlo.

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